Cristina López, titular de Música del IES Las Llamas, ha trabajado con los alumnos de su optativa de 4.º de la ESO una pieza muy particular, la Danza macabra de Saint Säens, con la que estos han podido dejar volar su imaginación y componer distintos relatos de terror, muy acordes con la próxima efeméride de Halloween. Os dejamos esta pieza musical, así como la historia original y la de tres alumnas. ¡Esperemos que os causen espanto!
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(Pinchar sobre esta imagen para ver la presentación de diapositivas con la historia original.) |
MI
ÚLTIMO VALS… (por María Shallcrass, de 4.º ESO C)
Todo
está en silencio. Solo soy capaz de escuchar mi propia respiración. Pero, de
repente, comienzo a oír unos pasos sigilosos que pausadamente se aproximan a
mí. Al fondo del oscuro pasillo empieza a aparecer una sombra etérea que poco a
poco se va transformando en un apuesto hombre que me invita a bailar.
Comienza
a sonar un vals que aprendí años atrás inesperadamente. Se encienden las luces
y descubro que estoy en un amplio salón del inmenso castillo. El hombre toma mi
mano y procedemos danzar.
Siento
como progresivamente se va acercando más a mí, como las paredes de la
habitación se van haciendo cada vez más y más pequeñas, y como ese apuesto
hombre se va convirtiendo de nuevo en una sombra, pero esta vez opaca y
tenebrosa.
Me
suelto, él trata de alcanzarme, y mientras voy corriendo por el pasillo me
grita con fuerza que vuelva. Al fondo, veo una puerta que me hace sentir
aliviada, y, al abrirla, encuentro un elegante comedor en el que una familia está
comenzando a cenar. Todos amablemente me sugieren que me quede junto a ellos,
yo accedo y me siento a su lado. Me entregan una bandeja que contiene la comida
y, al levantar la tapa, encuentro una cabeza ensangrentada. Aterrorizada me
levanto bruscamente y, mientras tanto, la familia insiste en que me quede a la
vez que expulsan sangre por la boca.
Al
salir del comedor me siento aterrorizada, hasta que percibo una dulce voz que
tararea. Ese sonido me calma y me guía a una habitación. Allí encuentro a una
niña con unos rasgos angelicales que se cepilla el pelo mientras canta. La
observo viendo su reflejo en el espejo en el que se mira, hasta que
repentinamente me descubre y, al girarse, sus dulces rasgos se transforman en
las de un ser terrorífico.
Tropiezo,
caigo al suelo y descubro que todos me persiguen; el hombre, la familia y la
niña, todos ellos tratando de atraparme con puñales en sus manos.
Corro
lo más rápido que puedo, hasta llegar a unas escaleras. Bajo las escaleras y
termino en un oscuro sótano, no consigo ver nada, pero, sin embargo, presiento
que estoy rodeada por todas las criaturas con las que anteriormente me he
topado.
Siento
como mi vista se nubla y que, aturidada, desfallezo. Veo una especie de de
resplandor y noto como lentamente clavan un cuchillo a altura de mi corazón.
Finalmente, escucho unas crueles carcajadas que disfrutan viéndome morir.
LA
SOMBRA (por Natalia Martínez, de 4.º ESO C)
En
Halloween se suelen contar historias, la mayoría de terror, que narran las
aventuras de varios amigos que estaban en el lugar equivocado, en el momento
equivocado. Bien, en este cuento nadie sabe por qué atacaron al protagonista.
Algunos dicen que fue por una maldición; otros, que fue por venganza. Hoy no os
contaré el por qué. Solo os narraré la historia.
Situémonos
un poco. Un pueblo perdido de Minnesota con escasos 5.000 habitantes, donde
siempre se ha dicho que ocurrían sucesos extraños. No se sabe cómo ni por qué,
pero la noche de brujas era la peor. Allí vivía Dylan, un chico de dieciséis
años, junto a sus padres y Jacky, su perro.
La
noche del 31 de octubre le llegó un mensaje diciendo que a las 24 horas fuese
al parque. En principio sus padres no le dejaron, pero al final decidió
escaparse e irse junto con Jacky. Por el camino su mascota parecía nerviosa, no
paraba de ladrar a algo o alguien que estaba entre los callejones. Miró la
hora, ya era las 24 horas. De repente, alguien llamó a Dylan, pero con una voz
que le produjo escalofríos. Inmediatamente después algo salió de entre las
sombras. Parecía un hombre, pero cualquiera diría que estaba formado por estas.
Comenzaron a correr lo más rápido que podían.
En
un momento dado en el que creyó perderlo de vista, salió justo delante de sus
narices. Tenía algo afilado entre sus manos y eso le asustó aún más. Jacky
comenzó a ladrar y a gruñir como si intentara proteger a su dueño, pero lo
único que consiguió fue enfadar aún más al hombre y que este le lanzara por los
aires. Al caer, su cuerpo dio con una roca. No se movía.
Dylan
gritó, se enfadó y comenzó a atacar al agresor dándole puñetazos y patadas. No
sabía cómo, pero le tiró al suelo tras darle en el abdomen. Durante unos
segundos, creyó que todo había acabado; pero se levantó, estaba aún más
enfadado. Dylan volvió a gritar de frustración y comenzó a luchar más
ferozmente que antes. Con el ruido algunas personas se acercaron, pero no lo
suficiente: había una especie de barrera que se lo impedía.
El
chico oyó algo. Desde el exterior de la barrera alguien gritaba que, cuando amaneciese,
todo acabaría. Durante un segundo miró su reloj. Debía de quedar poco, ya se
veía un poco de luz.
Estaba
agotado, llevaba mucho tiempo dando golpes, pero también recibiéndolos. En un
momento dado, Dylan cayó. Y gateó un poco hacia atrás hasta que se topó con un
árbol. A su lado, una piedra de un extraño color. Consiguió reunir fuerzas y
así lanzarla a la cabeza del encapuchado. Tras esto, volvió a caer. Esta vez el
chico no se confió, pero algo en él le dijo que todo había acabado. En ese momento,
Dylan desvió su mirada para ver cómo amanecía. Cuando la devolvió, el hombre se
había desvanecido.
Realmente
todo había acabado, y le inundó la alegría. Hasta que recordó a Jacky. Corrió
hacia donde estaba el animal. Lo llamó, lo agitó y, por último, lo abrazó. Aún
con lágrimas en los ojos, se levantó e intentó buscar al hombre que lo había
ayudado, pero, al igual que el otro, se había ido.
EL
SUELO Y YO (por Mónica Blasco, de 4.º ESO B)
Era
de noche. Estaba tranquilamente en el pasillo. Era 30 de octubre, un día antes
de Halloween. La casa ya estaba adornada, llena de calaveras, calabazas…, para
atraer a los niños y que viniesen a por caramelos, cuando de repente… Algo se
movió por toda la casa, y las vibraciones se acercaban a mí, más y más, hasta que
parecía que lo que producía estaba rozándome. Cuando sentí algo comencé a
correr aterrorizada. No sabía si subir al segundo piso porque ahí no tendría
salida, así que opté por mirar qué es lo que había sucedido. Todo estaba igual,
era extraño, no sabía qué había ocurrido; pero volvió a ocurrir una y otra vez,
hasta que vi una imagen que no tengo muy clara. Vi una figura gris. Decidí
correr hacia donde pude. Mi instinto primario me llevó hacia la puerta sin
saber muy bien cuál era mi destino. Por un momento pensé que solamente era una
alucinación, o que de tanto móvil me había vuelto loco. Pero volvió a ocurrir,
lo volví a ver. Huí, huí, segura de que esa figura me perseguía. En la calle no
había absolutamente nadie. Estaba solo, totalmente solo. Extrañamente las
tiendas estaban cerradas. Solo estábamos el suelo, esa extraña figura y yo.
Avancé unos siete u ocho minutos. Cuando transcurrió este tiempo, volvió a
ocurrir, pero de una forma distinta. Ahora veía dos figuras. Corrí sin pensar
adónde iba a ir, solamente movía mis piernas, corría, corría y… caí…
lentamente… al mar, no sé de dónde apareció.
Había unos cinco o seis metros de distancia de caída que a mí me
parecieron cien. El golpe al caer fue lo peor. Me dio un calambre por todo el
cuerpo. Por eso, al estar sumergido, no pude nadar, caía…, me sumergía. Pero
una fuerza me subió, no sé cuál, y nada más salir del agua pasó algo que no me
esperaba. Abrí los ojos y… Estaba en una habitación, con la puerta cerrada, y
con la manta tapándome todo el cuerpo. Todo fue un sueño, dulce sueño.
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