LA PLAYA DEL SARDINERO (Pablo Delgado y Miguel Rueda)
La Playa del
Sardinero es la más conocida de la ciudad de Santander.
Cuenta la leyenda
que hace muchos años en esta playa se podían pescar sardinas con mucha
facilidad.
En aquel tiempo,
cuando era verano y hacía calor, muchos niños iban a la playa a jugar. Estaban
todo el día al lado del mar jugando y muchos de ellos no tenían dinero, no podían
comer, y tenían hambre.
Un vecino de la
zona al ver esta situación decidió poner una parrilla para asar las sardinas que
los pescadores le ofrecían recién pescadas, y regalárselas a esos niños que
tenían tanta hambre.
Al pasar los días,
se fue corriendo la voz y cada vez se acercaban más personas a pedir
sardinas a este hombre que tan
generosamente las ofrecía.
Después de unos años, el Alcalde de Santander,
viendo que este buen vecino había quitado el hambre a muchas personas, decidió
poner el nombre del “El Sardinero” a la playa más bonita de la ciudad y que hoy
en día visitan muchísimos turistas.
EL FARO DE SANTANDER
Cuenta la leyenda de este viejo marinero, que vivía en
el faro de Santander, que una noche de tormenta salió a navegar, encendió las
luces del faro para poder guiarse y poder volver; era una noche fría y oscura
de invierno.
Una vez alejado del faro y ya habiendo la gran puerta
con cuatro candados; preparo su barco para navegar por los acantilados. Ya
llevaba una hora en el mar, hasta que
notó algo raro, él decía que la mar estaba enfadada. De repente, de aquellas aguas
apareció una gran ballena y el marinero se pegó un susto terrible.
El
barco perdía el equilibrio por momentos. Las olas se hacían cada vez más
grandes pero el marinero, navegante de primera, no le daban miedo las ballenas.
Ella se puso al lado del barco para equilibrarlo y que no naufragase.
El
mar se tranquilizó pero en ese momento ya no estaban ni el marinero ni la ballena;
una sirena que vio como se los tragaba el mar, se lo intentó contar a una
señora que pasaba por allí. Aquella mujer era de mediana estatura, pelo corto y llevaba
cachaba. Pero aquella señora ni la miró, pasó de largo y no la escuchó.
Cuenta la leyenda que nadie volvió a navegar por allí
puesto que el faro estaba cerrado con candados y nadie sabía dónde estaba el
marinero.
LA BALLENA (Mario Merino y Ángel Cobo)
Hace mucho tiempo en Santander,
concretamente en lo que actualmente se conoce como el “Palacio de Deportes”(la
ballena) ocurrió un hecho sorprendente.
Cuenta la leyenda que un chico
llamado McWaya, Jerry McWaya, cuya mejor amiga era una ballena blanca de
treinta y cinco metros de larga, llamada Jefry, que nada por el mar de “las
Llamas”.
Un día, Jerry estaba nadando con
Jefry como cualquier otro día, cuando de repente surgió de las profundidades
del mar el terrible “Godofredo”, un monstruo
gigante con un solo ojo, siete brazos y de un color verde moco.
Godofredo fue a atacar
directamente a Jefry pasando completamente de Jerry. Dirigió su rayo de silicio
contra el chico, pero Jefry se puso entre el rayo y el chico, quedando por
consecuencia cristalizada. Jerry se puso muy furioso, y descargó toda su ira
contra el monstruo, que acabó sin vida.
Jefry, al ser cristalizado
se convirtió en lo que ahora se conoce como el palacio de deportes.
LA ISLA DE MOURO
Cuenta la leyenda que en la isla de Mouro, situada muy
cerca de la península de la Magdalena en la ciudad de Santander, habitaba el
espíritu de un antiguo náufrago.
Todos los habitantes de Santander conocían la
historia, sobre todo los marineros que pasaban aterrados con sus barcos por esa
zona. Se sabe que el espíritu que vive en la isla es el de un marinero que
surcaba las aguas del Cantábrico con su tripulación.
Un día, sus hombres y él llegaron a la isla; todos
fueron a coger comida y, cuando regresaba al barco, después de haber obtenido
alimento, vio que su tripulación y el barco, se alejaban y le dejaban sólo, a
su suerte. Intentó nadar para llegar al barco, pero no lo consiguió.
Por aquel entonces, la isla estaba completamente llena
de vegetación, y cuenta la leyenda que las raíces de los árboles le atraparon,
y no le dejaron escapar nunca. Por eso, el espíritu enfadado del antiguo
marinero, acecha a cualquiera que pase.
LOS RAQUEROS (Patricia Calvo y Sara Asfour)
Cuenta la leyenda que en el paseo de la bahía casi al
lado del club Marítimo hay unas esculturas de cuatro niños de hierro.
Un día, hace mucho tiempo unos niños pobres que se
bañaban en la bahía, vieron pasar un señor vestido de negro muy raro y por la
forma de mirarles parecía que no le gustaban mucho los niños.
Ese individuo resultó ser un hechicero que, odiaba a los
niños, les echó una maldición.
Pasaron unos días y a los niños se les notaba raros. Se
fueron a bañar a la bahía como todos los días y a cusa de el conjuro no
pudieron nadar. Esos niños se ahogaron.
Al día siguiente al notar su desaparición los vecinos del
pueblo, junto las autoridades salieron
en su busca aunque sin éxito. Nunca los encontraron pero, a pesar de ello, al
cabo de unos pocos días aparecieron unas esculturas que resultaron ser como los niños.
Y se cuentan que las almas de los niños están atrapadas
en ellas.
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