domingo, 31 de mayo de 2015

Breve introspección de una profesora novata (por Elena Roche)


Elena Roche (@elenanitodice), entregada y motivadísima alumna en prácticas, acompañante de Blanca Sancho, todavía intensa colaboradora en algunas de las iniciativas del centro, como el reto lector de la biblioteca (#1001lecturas), se deja caer por El Rollo de Las Llamas para contarnos su experiencia en el centro. ¡Muchísimas gracias, Elena, por acordarte de nosotros!, y ha sido un placer aprender a tu lado.


Breve introspección de una profesora novata

Comienzo esta breve reflexión sobre mis prácticas en Las Llamas sin ánimo de a). ponerme ñoña, b). dar lecciones (eso lo dejamos para el instituto), ni c). provocar bostezos. ¿Lo conseguiré?

Con algunos alumnos he tenido el placer de interactuar, a otros puede que incluso les haya dado clase y muchos me habrán visto invadir alguna de sus sesiones de Lengua y Literatura, camuflada entre los estudiantes y tomando nota de aquellos aspectos que me llamaban la atención –es decir, de todo-. Sin embargo, sé que muchos no habréis reparado siquiera en mi presencia en el centro, por lo que, sin más dilación, urge una pequeña presentación sobre mí y mis circunstancias.

Me llamo Elena, estoy estudiando el máster para ser profesora de instituto en la especialidad de Lengua y Literatura, y durante los meses de marzo y abril he acudido diariamente a Las Llamas para realizar mis prácticas. Mi tutora en este proceso ha sido Blanca Sancho, profesora del departamento de Orientación, a quien aprovecho para agradecer su acogida desde el primer día, así como sus consejos, apoyo y confianza (os recuerdo que en el primer párrafo no mencioné nada sobre hacer la pelota). No obstante, también he podido acompañar a la mayoría de los profesores del área de Lengua en sus clases, lo que finalmente me ha permitido obtener una visión bastante amplia sobre la bonita y satisfactoria tarea de dar clase –qué queréis, a ello pretendo dedicarme, la ilusión es ahora o nunca-.

De este periodo destaco, principalmente, el gran cambio que han sufrido los institutos en los últimos años. Aunque no abulte más que la mayoría de los alumnos (incluyendo en este punto a los de primer ciclo de ESO), hace ya una década que dejé atrás mi etapa escolar, en la que, no solo y como es natural, las aulas carecían de ordenadores y proyectores, sino que además –y en esto me gustaría incidir- las clases consistían fundamentalmente en peroratas más o menos densas por parte del profesor, recibidas con más o menos bostezos por parte del alumno. Ahora me percato de lo buenos profesores que eran algunos de ellos para que, incluso ante semejante panorama, consiguieran que me gustaran sus asignaturas. El caso es que en estos dos meses, y al margen de gadgets electrónicos y ciberherramientas, me he dado cuenta de lo variadas que son las clases, de la cantidad de actividades creativas que se plantean, del dinamismo de cada nuevo proyecto y, sobre todo, de que el protagonista indiscutible es el alumno y el objetivo primordial, que se marche del aula con un colorido ramillete de nuevos conocimientos.

Una clase es una banda orquestada por un profesor, cuya misión es intentar que ningún alumno desafine, sin olvidar que, como en todo grupo, cada instrumento tiene sus características y necesidades y que los a menudo estridentes platillos cuentan igual que el elegante piano de cola.

En definitiva, si bien es cierto que apenas hace un mes que concluyó mi periodo de prácticas en el IES Las Llamas, estoy convencida de que la sensación de satisfacción y gratitud que ahora mismo me invade no es flor de un día. Si has llegado hasta aquí, querido lector, bien merece que te premie con una confesión: cuando comencé con este nuevo proyecto que es para mí convertirme en profesora de Lengua, yo estaba llena de dudas. Dudas generadas por mi trayectoria anterior, por miedo a no cumplir las expectativas imaginadas, y en definitiva, por esa inseguridad tan difícil de eludir ante las nuevas decisiones. Seguro que para  los que estéis ahora mismo recapacitando sobre vuestro camino el curso que viene o sobre las posibilidades después de Bachillerato esta sensación os resulte familiar.

Sin embargo, estos dos meses en el instituto han fortalecido mi ánimo y consolidado mi decisión. Puede que sea arriesgado cimentar el futuro en tan breve –y quizá providencial- contacto con la realidad de un instituto, pero de momento pesan más estas semanas en el centro que meses enteros en otros lugares.

¿Quién iba a decirle a mi yo adolescente que diez años después iba a regresar al instituto con una sonrisa y, lo que es más inaudito, que no iba a querer marchar?

Elena Roche

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