miércoles, 23 de diciembre de 2015

Las modas


Artículo publicado por JUAN VENTOSA
alumno de 4.º ESO C

La tendencia que voy a relatar a continuación podría considerarse como el credo fundamental y uno de los pilares sobre los que se sustenta la mentalidad del primate de Occidente. Se trata de la actitud dada a adquirir compulsivamente artículos innecesarios, ante todo vestimenta, que constituye la felicidad, y por tanto, la razón de ser de la mayoría de la población. Las modas, que pueden verse como causa o consecuencia de esta costumbre, absorben la identidad racional del individuo, sometiéndolo a su poder y autoridad.

¿Quién no ha comprado algo que le ha hecho perder un riñón y que al día siguiente podría tomar como un mero trapo de cocina?

¿Quién no se ha dejado el sueldo en un objeto cuyo valor dos días atrás era similar al de unas alpargatas de marca blanca?

¿Quién no se ha puesto un jersey de piel de rata solo porque una anoréxica lo ha exhibido en una pasarela?

Sí, evidentemente Él ha hecho todo esto, y más, pero… ¿Quién es Él?

Él es aquel que dice que el dinero no da la felicidad y se gasta cien euros en unas playeras. ¡Qué triste debe estar!

Aquel que cree tener personalidad cuando lleva las botas de moda: sí, la personalidad de Cristiano Ronaldo.

Aquel que va de hippie con unas Nike.

Aquel que dice no ser pijo al portar un polo, banderita inclusive, cuyo significado ni sabrá.

Todos estos personajes necesitan consumir caprichosamente para vivir, mientras otros recogen sus restos para sobrevivir.

Pero el punto extremo lo alcanza la gente que deja hibernar indefinidamente su ropa en un vestidor casi tan pequeño como el de la Reina de Inglaterra, que -a modo de reliquia de museo arqueológico- no la saca frecuentemente de la vitrina, quedando expuesta al público: “Se mira pero no se toca”. Está allí, cogiendo polvo; por lo menos así tienen algo que limpiar, una razón para olvidarse y aliviar sus ansias de consumir.


También debemos tener en cuenta que estos individuos, de integridad moral débil, son alentados a desarrollar su actividad por todo aquello que los rodea. Desde la telebasura, donde un libro llega a ser radiactivo, hasta los escaparates de las calles luciendo bellos maniquíes que reflejarán casi, casi el aspecto que tendrá el sujeto con la prenda encima. Hay que destacar que en ese “casi, casi” se ha producido la muerte del buen gusto.

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