Texto redactado por YAIZA SAN MARTÍN, alumna de 1.º ESO A,
dentro de la asignatura de lengua castellana y literatura con M.ª Luz Moro,
con motivo de la defunción de su bisabuela a la edad de 100 años hace unas semanas.
Mi bisabuela, Silvina es la
abuela por parte materna, es una mujer bajita pero grande. Consiguió con salud
la edad de 100 años, ni más ni menos. En años difíciles, y con muy poquitos medios,
sacó adelante a sus seis hijos teniendo
que cambiar su residencia en muchas ocasiones, ya que su esposo era ferroviario.
Siempre demostró una gran inteligencia para conseguir
lo que necesitaba y esta historia que os cuento lo muestra. Cuando mi bisabuela era joven,
iba a vender leche a otro pueblo, ya que en aquella época los que tenían vacas
vendían su leche a los pueblos cercanos. Se iba andando y la leche se transportaba en
carros tirados por bueyes. Cargaba con tres jarras metálicas: una de litro,
otra de medio litro y otra de cuartillo (un cuarto de litro).
Como en aquella época no daban
propinas, pues no había mucho dinero, mi bisabuela se las ingeniaba para
conseguir un poco de dinerito para lo que más le gustaba (ponerse guapa, pues mi bisa era bastante
coqueta): ella añadía un cuartillo
de agua a la leche y así obtenía un poco
más de dinero para comprarse una barra de pintalabios. Como su padre no le permitía hacer
tal cosa, ella escondía el maquillaje bajo una piedra a mitad del camino y al volver a su casa se
lavaba la cara en el arroyo para que no la pillaran.
Estas historias han sido
narradas por Silvina Ramos, que residía en Venta de Baños, Palencia. Le faltaron
20 días para cumplir 101 años. Esto que os cuento sirve de homenaje a mi
bisabuela, a la cual perdí la semana pasada y a la que siempre tendré en mi
recuerdo. Ella me contó esta historia como muchas otras anécdotas de su vida, de
las que siempre he aprendido mucho. Gracias, bisabuela Silvina.
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