Artículo de opinión redactado por BEATRIZ ORIA (@beaoriia_3 en Twitter),
alumna de 4.º ESO A
Uno de los grandes
avances en la tecnología en los últimos cincuenta años ha sido la aparición de los móviles
y de Internet. Estos han conseguido que la comunicación sea muchísimo más fácil
de cómo lo era antes; es instantánea, apenas se tarda unos segundos en
contactar con una persona que puede estar a 20 o a 20.000 kilómetros. Pero
también trae consigo muchos inconvenientes.
Los jóvenes de hoy
en día, que han crecido con la tecnología pegada a sus manos, son muy distintos
a como lo eran nuestros abuelos en su juventud. Ellos salían a la calle con el
propósito de arrasar el mundo, se divertían y disfrutaban sin necesitar nada
más que a sus amigos. Está claro que en la actualidad también los jóvenes
disfrutan, pero hay un factor que lo cambia todo: el móvil. Ninguno puede vivir
sin él. Siempre que ves a un grupo de adolescentes que han quedado para pasarlo
bien, por lo menos uno de ellos esta utilizando el móvil. O puede. No es que no
puedan vivir sin el móvil, sino sin la persona que está detrás.
Al principio de la
relación, los “te quiero”, los “te echo de menos”, los “para siempre” no saben
si son de verdad ya que siempre se dicen virtualmente y estando en persona se
vuelven tan tímidos que no pueden ni hablar. Se enamoran de personas que en realidad
no conocen porque mediante mensajes no se puede saber la identidad del otro. No
conocen las verdaderas intenciones de quien está detrás de la pantalla: los “te
quiero” vacíos porque la otra persona se lo dice a más de uno o una.
Se enamoran de mensajes
que posiblemente los hayan sacado de Internet, y están tan obcecados que no se
dan cuenta de las cosas más obvias: que no eres el único, que él o ella no es
así de verdad. Aparecen los celos porque su “novio o novia” ha hablado con otra
persona y detrás van las mentiras: “no, yo nunca he hablado con otro porque te
quiero solo a ti”; y las inseguridades “¿Me quiere? ¿No me quiere?”. Y la
relación está destinada a fracasar, porque ni siquiera son capaces de quedar y
discutir cara a cara. Rompen como empezó todo: a través de mensajes.
Por eso critico a la juventud actual, somos
cobardes hasta decir basta, no sabemos expresar lo que sentimos, nos hacen más
daño algunos mensajes que verdades dichas a la cara, dependemos de
personalidades inventadas e ilusiones vacías para vivir. Hay que demostrar más
que hablar y eso es algo que nuestros abuelos sabían muy bien, pero cuanto
más evolucionamos más nos olvidamos de lo que de verdad importa. Nos estamos
convirtiendo en autómatas que necesitan el amor virtual para ser felices,
cuando la felicidad se encuentra en uno mismo.
Buena reflexión....porque además es de una joven de ahora.
ResponderEliminarBuena reflexión....porque además es de una joven de ahora.
ResponderEliminar