viernes, 22 de diciembre de 2017

Entrevista a Diego San Gabriel, profesor de Historia, realizada por Mario García-Oliva (1ºBACH)



Diego San Gabriel es Licenciado en Historia, historiador y profesor del I.E.S. Las Llamas. En 2014 participó en una protesta pacífica por negárseles la entrada a varios estudiantes a un acto público de la UC donde participaba Ignacio Diego. Por unos hechos ocurridos ese día, la fiscalía le ha llegado a pedir penas de cárcel de más de 4 años y el pago de una multa, pidiendo en la actualidad un año de cárcel y el pago de una multa económica.




P: Desde el inicio del juicio de #PreguntarNoEsDelito, ¿cómo calificarías el apoyo recibido desde los diferentes colectivos de estudiantes, como el Frente de Estudiantes o el Colest?

R: Creo que el apoyo de tantísima gente ha sido lo mejor de haber pasado por todo este proceso, que ya va a cumplir cuatro años: ver que no te quedas solo y sentirte arropado, en este caso por estudiantes que al igual que nosotros se podrían haber visto envueltos, ya que al fin y al cabo era una protesta legítima, semejante a muchas otras en las que han participado profesoras, padres y estudiantes en defensa de la Educación Pública. A mí me ha tocado pasar por esto, pero le podría haber tocado a cualquier otro. Eso es lo bonito de la solidaridad, el decir: "yo no estoy implicado personalmente, pero siento la injusticia como en carne propia”; y he de decir que eso ha sido bonito, lo más bonito de todo esto.

El curso pasado se hizo un parón educativo para debatir sobre aspectos fundamentales de una sociedad democrática demasiado invisibilizados en las aulas, y este año se ha hecho hasta una huelga para exigir la absolución. Abruma un poco, pero es muy emocionante.

P: En tu opinión, ¿cómo crees que se ha llegado a la situación en la que la fiscalía te pide hasta un año de cárcel y una multa económica por unos sucesos que, en un video posteriormente publicado, se ve que no ocurrieron?

R: Me gustaría poder dar una explicación fundamentada, pero ni yo sé muy bien qué ocurrió. Supongo que ese día ellos [el ex-presidente de Cantabria Ignacio Diego y su partido] iban a hacer un acto de propaganda que les salió mal, porque esa misma tarde las radios y prensa hablaban de censura, de que los estudiantes no habían podido entrar al acto, hablaban de agresiones de la escolta de Ignacio Diego; y entonces ellos quisieron darle la vuelta al asunto, aunque casi nos destrozan la vida en el intento, porque hicieron una especie de montaje, exageración o distorsión de lo que realmente ocurrió, por lo que ahora me piden un año de prisión, aunque llegaron a pedirme 12 años de cárcel antes de que aparecieran los videos. ¿Y cómo se ha llegado hasta aquí? Pues supongo que la justicia no tiene siempre las suficientes garantías, porque si no hubiéramos tenido los videos que aparecieron, y como los policías tienen presunción de veracidad… estábamos en una situación muy preocupante. Yo puedo entender esa figura de la presunción de veracidad, pero cuando a la autoridad pública se le pille mintiendo y falte a esa responsabilidad, debiera tener consecuencias. 

P: ¿Cómo crees que acabará el juicio tras ver que durante este la fiscalía ha mantenido la teoría de que incluso tratasteis de agredir a Ignacio Diego?

R: Bueno, eso afirmaron al principio, pero después de que se publicaran los videos, esa acusación (que conllevaba entre 4 y 6 años de cárcel) se ha retirado. 

¿Cómo veo la resolución del juicio? Pues pese a saberme inocente, con desconfianza, porque a lo largo de estos cuatro años hemos visto cómo el Poder Judicial tiene limitaciones y no es neutro, y cuando hay gente poderosa de por medio no siempre se hace justicia. Aunque lo hayamos demostrado y nos parezca una evidencia, y buena parte de la sociedad lo haya visto, es posible que nos condenen de alguna forma para poder mantener que algo había ocurrido y que no parezca que todo era un montaje o una invención, aunque en ese caso lo recurriremos. A lo mejor se alarga otros cuatro años, a ver qué decide la jueza.

P: Cambiando totalmente de tema, es sabido que en la actualidad colaboras con el círculo de cantabristas que tratan de promover e informar sobre el cántabro como lengua. ¿De dónde viene tu interés por esta lengua que la sociedad considera, mayoritariamente, un dialecto del castellano, y no una lengua como tal?

R: Pues esto nace cuando tenía más o menos 15 años, cuando iba al instituto, y a la vuelta del verano la profesora de Lengua Castellana y Literatura nos pidió la típica redacción de "Cuéntame qué has hecho en tus vacaciones". Yo soy un chaval de un pueblo del oriente de Cantabria, de Argoños, y en la redacción, creyendo escribir en castellano, conté que estuvimos pescando esquilas [quisquillas] y debí de poner una expresión como "birlando panojas", que era la forma que teníamos de merendar lejos de casa. Pues la profesora me devolvió la redacción corregida, con esa expresión, que yo había puesto sin tener conciencia de que fuera propia de aquí, tachada en rojo. A partir de ahí me planteé quién decide que esa forma de hablar, que en mi pueblo usa todo el mundo, estaba ‘mal’ y había otra que se decía que estaba bien, y si eso es justo, que nuestras formas ancestrales de comunicación se vean reemplazadas así para siempre. A partir de esto conocí la situación del asturiano, que está en una situación parecida pero que tiene más trabajo hecho; y que en realidad la modalidad lingüística de Cantabria no es “castellano mal hablado”, como nos hacen creer, sino una evolución propia desde el latín, al igual que hay otras modalidades en la Península, como pueden ser el galaico-portugués, el astur-leonés, aragonés, castellano o catalán. Si como se dice, aquí se habla con la "-u", no es porque cerremos la "-o" castellana, sino porque mantenemos el acusativo latino "-um"; es decir, lo que en latín era "pratum" en Cantabria se dice "prau". No es que digamos "prado" y luego la gente en su cerrazón utilice "prau". Yo creo que todas son formas válidas de comunicarse, y lo que intento, porque no había gente que se dedicara a ello, es estudiar, dignificar y difundir ese habla que tenía mi abuela. Pienso que debiéramos empezar a valorar un patrimonio ancestral que no es mejor ni peor que otras modalidades lingüísticas: es nuestra aportación a la diversidad lingüística mundial.

P: Y entonces, ¿por qué crees que las autoridades se empeñan en no reconocer al cántabro como una lengua y no llevar a cabo ninguna promoción de este?

Pues supongo que porque al reconocer que aquí existe otra modalidad lingüística significa reconocer que también existe una comunidad de hablantes con derechos que hasta ahora no les han sido reconocidos. Hoy, en Cantabria, hay niños que sufren burlas y correcciones en la escuela, hay topónimos como Zarcea o Santutís corregidos por el funcionario de turno contra la denominación de sus habitantes… vivimos de espaldas a nuestra identidad. Por ejemplo, este instituto de ‘Las Llamas’ tiene una denominación de raíz cántabra, pero he comprobado que su alumnado lo ignora. 

Al final, es más fácil no reconocerlo, porque un pueblo que tiene más conciencia de su patrimonio e identidad es más difícil de dominar. Prefieren tener a todos compartiendo un mismo bloque cultural homogéneo y conformando un mercado único. Sin embargo, fuera de nuestras fronteras se están dando pasos importantes: la UNESCO ha incluido el cántabro o montañés en sus últimas publicaciones del Atlas de Lenguas en Peligro del Mundo.

P: Por último, ¿qué fue lo que te empujó a estudiar historia y a dedicarte a la docencia, tanto dentro del instituto como fuera de este como profesor de cántabru?

Ya me gustaba mucho la asignatura en el instituto, y tuve suerte con los profesores, que me transmitieron la importancia de la Historia, no solo para conocer el pasado, sino también para entender mejor el tiempo en el que vivimos; e incluso como elemento de transformación social, como una herramienta que sirve para conocer mejor de dónde venimos. Esto facilita tomar conciencia de dónde estamos y de hacia dónde queremos ir.

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