lunes, 19 de febrero de 2018

Cartas de amor ganadoras del nivel 2


Primer Premio:
La carta de Berta Lanza (1º Bachillerato A) está llena de esperanza, dedicada a un amor desconocido, que aún está por llegar:

Querido desconocido,

Te escribo esta carta a ti, que no se si sabes que existo, al igual que yo tampoco sé quién eres. Solo espero que algún día tengamos el placer de conocernos, aunque probablemente no sabré decirte lo que realmente siento, porque la verdad es que nunca nos hemos encontrado.

Somos dos completos extraños que nunca se han hablado, se han visto, y lo más importante, ni siquiera sé si habrá alguien que lea esto antes de que caiga en el olvido. Pero, ¿por qué estoy escribiéndote? Esa es la pregunta que revolotea en mi cabeza, que amenaza cada noche con no dejarme dormir y me hace sentir tan confundida.

Tengo la sensación de que el tiempo nos unirá algún día después de pasar tanto tiempo pensando, pensando en lo desconocido. Porque eso es lo que eres para mí, alguien que totalmente desconozco y a la vez añoro, ¿cómo puedes añorar algo que nunca has conocido?

Pasan los días, a veces mi subconsciente parece querer engañarme, percibo la presencia de alguien a mi alrededor, ¿eres tú, mi querido extraño? Ojalá las Moiras se apiaden de nuestro destino. Tengo miedo de que esta sensación se desvanezca, mis sentimientos cuelgan de un hilo, un hilo el cual tú eres el único que puedes cortar.

¿Alguna vez te has enamorado de alguien? Yo nunca he sentido esa sensación, la sensación de amar a alguien, o eso es lo que creo. La gente dice que sientes como si el mundo desapareciese, solo existes tú y esa persona, tienes la necesidad de estar a su lado, compartir todos los pequeños momentos, hablarle de las cosas más insignificantes y aunque también sientas dolor en muchas ocasiones, siempre regresarás con ella.

He reflexionado profundamente sobre lo que es el amor, y he llegado a la conclusión de que es imposible describirlo con meras palabras, que todo lo que escribes queda eclipsado por la realidad.

Tú eres mi realidad, que opaca mis dudas por momentos y me hace sentir más decidida a confesar lo que siento, a contradecirme a mí misma. Siento una fuerza que nos une para no separarnos, y eso es justamente lo que quiero, poder estar juntos, tener a alguien que me ame para poder yo amarla también.

Quiero que estés ya a mi lado, para poder ver tus ojos ¿de qué color serán? No es trascendental, lo importante es que me miren de verdad, que me hagan sentir única y olvidarme de los problemas. Deseo poder hablarte, y cuando no nos queden palabras simplemente descansar a tu lado en un agradable silencio, sin que nadie nos interrumpa, solos tú y yo.

No me importa esperarte, sé que algún día llegaras a mí, y cuando nuestras miradas se encuentren saldrán a la luz todas esas emociones guardadas. Todo es cuestión de tiempo, un tiempo que merece la pena esperar, solo por ti, la persona indicada.

Te esperaré eternamente,

Una desconocida.

Segundo Premio

La carta de Laura Pérez (4º ESO C), presentada en forma de manuscrito antiguo, también es muy creativa, y conjuga a la perfección la fantasía con la expresión de un sentimiento amoroso muy veraz (no os adelanto quién la escribe para que disfrutéis más de su lectura):


Nunca he sido especialmente buena redactando cartas.

Padre no me obsequió con ese don, el de la escritura. En su lugar me hizo portadora de los talentos y secretos del mundo de la música y el teatro. Supongo que esa fue una de las razones por las que comencé a interesarme en ti. La primera vez que vi tus finos dedos golpear las teclas del enorme piano negro que tienes en tu salón, mi piel se erizó como la del gato que se siente amenazado.

 Y eso jamás me había pasado.

Imagino que es una de las consecuencias que tiene no ser humana.

Recuerdo a la perfección el desconcierto y nerviosismo que sentí en ese momento. Los engranajes en mi cabeza se movían sin parar, desesperados por encontrar una respuesta al millón de preguntas que volaban por mi mente afiladas como aviones de papel.  

Recuerdo también haber tomado la decisión de no informar a Padre sobre lo que había ocurrido. Porque me había gustado. No, me había encantado.

Siempre he sido curiosa, y a pesar de que ahora mismo mi deseo de conocer cosas nuevas esté teniendo consecuencias, no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tomé.

Sabía que si informaba de mi situación, Padre me alejaría de ti. Y entonces habría perdido la única oportunidad que he tenido en toda mi vida de sentir emociones. De reír y de llorar. 

Así que permanecí allí, observándote. Tocabas con tanta pasión…

Las semanas pasaron y yo velaba por ti. Te seguía a todas partes, aportando más protección de la que solemos daros. Pero tú nunca me viste. Nunca notaste mi presencia. Jamás te diste cuenta de que mi sombra alada se unía a la tuya mientras caminabas por las frías calles de Nueva York. Nunca lo hacéis.

Y eso me duele.

Todas las tardes te sentabas ante el imponente instrumento y tocabas una pieza. A veces eran canciones alegres…

Otras eran desgarradoras.

El día en que murió tu padre volviste a casa con el rostro pálido y cubierto de lágrimas. Tu cuerpo esbelto y normalmente erguido con seguridad se hallaba encorvado, derrotado; tu cabello se encontraba despeinado tras haber estado horas pasándote las manos por los rizos castaños, desesperado por descargar el nerviosismo que corría por tus venas de alguna manera.

Fue la primera vez que sentí pena por alguien.

Aquella noche intentaste con todas tus fuerzas tocar el Preludio número cuatro de Chopin, y lo conseguiste durante noventa segundos. Sin embargo, acabaste aporreando las piezas del piano, gritando entre un mar de lágrimas.

En cuanto pusiste un pie en tu habitación, te acurrucaste solo en una esquina de la cama. Yo permanecí inmóvil en el marco de la puerta, sin saber qué hacer, confusa por lo que estaba sintiendo. Jamás te había visto así.

Fue la primera vez que quise abrazar a alguien.

Y no podía.

Eres una de esas personas que cuando entran en una habitación, iluminan a todos con su personalidad y actitud. Eres fuerte y amable; compasivo y gentil. Y mientras te veía ahí, rodeado de oscuridad, apagado como una llama extinguida, sentí agua salada deslizándose por mi mejilla.

Fue la primera vez que lloré.

El tiempo corrió como el viento y te recuperaste. Sin embargo, mis sentimientos por ti no hicieron más que crecer, y eso me perjudicó de una manera que no pude ver hasta que ya fue demasiado tarde.

Nunca había sentido dolor. No hasta que te vi con ella. La humana te tocaba el rostro, se abrazaba a tu cuerpo por las noches y besaba tus labios.

Mi corazón, aquel mismo que tú creaste sin saberlo, se partió en mil pedazos.

Porque yo nunca sería ella.

Han pasado diez años. Estáis casados y aunque aún no lo sepáis, esperáis a vuestro segundo bebé, que por cierto será una niña. Yo he aprendido a vivir con el dolor, aunque eso no lo haga menos dañino para mí. Mis alas pierden plumas cada día, y hace tiempo que perdí la capacidad de volar. Lo echo de menos.

Sé que me estoy muriendo. No fui creada para sentir, sino para servir. Para proteger. Pero ahora que he probado que no soy capaz ni de protegerme a mí misma, soy inútil.

Para cuando recibas esto probablemente yo ya no esté. Tampoco podrías haber hecho nada de haber sabido todo esto. No me conoces, aunque yo te haya visto crecer y te haya acompañado en todas y cada una de tus etapas.

Pero no podía irme sin quitarme este peso de encima.

Una vez más, no me arrepiento de nada. La muerte es solo la próxima gran aventura que tú me estás proporcionando, y la recibiré con gusto. 

Nunca he oído de un Ángel Guardián que haya muerto. Mucho menos antes que su Protegido.  

Pero supongo que hay una primera vez para todo.

Te quiero. 

Reconocimiento especial

La carta de Diana Ramírez (4º ESO C) es de desamor, está dedicada a un amor que no el correcto, al que debe decir adiós. También adopta la forma de un manuscrito quemado y se titula “Aceptando el destino”:


Estoy en la cama, con la ventana abierta para que entre el aire fresco en el calor de la habitación. Escucho en silencio los ladridos de un perro que le dedica a la luna. He leído que la luna es un paisaje en las obras del Romanticismo. Eso hace que piense en ti...para variar. Todas las noches llega ese momento que me recuerda a ti. Una vez más, reflexiono, me pregunto, me debato con la cabeza y el corazón, si este amor es correcto. Una vez más, tengo la misma respuesta, siempre saco la misma conclusión: este amor no es correcto.

Cierro los ojos, vencida por el sueño, pero una vez más, no logro dormirme. La causa eres tú. Intento dejar en blanco mi mente, pero por más veces que lo intento, más veces se me aparece tu imagen sonriéndome

Recuerdo el día en que te conocí. aquel 22 de septiembre de 2014. Cómo no te conozco me eres indiferente, pasa el curso, nos cogemos cariño mutuamente a medida que nos sacamos sonrisas, enfados, decepciones y desesperaciones. Acaba el curso el 19 de junio de 2015 y no te vuelvo a ver hasta tres meses después. Nos llevamos igual de bien, con el mismo buen rollo que teníamos de antelación.

Los meses pasan, se caen las hojas de los árboles que son llevadas por el viento. Luego son tapadas por la nieve y el hielo, y luego ahogadas por el deshielo. Entonces empiezo a tener un sentimiento más fuerte pero no estoy segura. Te conviertes en mi anhelo, en mi pensamiento antes de dormir, en mi sueño cada noche, en mi distracción en los momentos de aburrimiento, en mi consuelo en mis momentos de tristeza, en mi adrenalina cuando me hablas, cuando te acercas, te conviertes en el secreto de mi corazón.

Llega 14 de febrero del 2016, en el instituto venden claveles y te regalo uno anónimamente, intentando mostrarte mi cariño, también hay opción de escribir cartas pero me niego, aunque meses más tarde te la escribo. En ella escribo muchas cosas, temiendo a que me juzgues, pero no te confieso que estoy enamorada de ti, ya que ni yo misma estoy segura.

Pasan los días, las semanas, los años, nacen hojas en los árboles, rodeadas por flores de miles de colores, la fuerza del viento las arranca llevándolas consigo y dejándolas caer suavemente en el suelo cuando este para. Son cubiertas por la nieve y una vez más, los rayos de sol hacen su labor descubriéndolas con su calor.

Ya tengo claro mis sentimientos hacia ti, pero lo mantengo en secreto. Las cosas cambian, yo cambio mi forma de ser, nuestra relación se vuelve cada vez más débil y te irrito cada vez. Pero hay algo que no cambia, y lo sabes de sobra. Veo que cada vez me cuesta más guardar el secreto, cada 24 horas tengo más claro que algún día te lo confesaré. El curso que viene lo más probable es que ya no esté en el instituto donde crecí bajo tu mirada, tus sonrisas, tus comentarios...Me da pena irme, pero por mucho que te quiera, este amor es imposible, y la verdad, no voy desperdiciar mi vida por empeñarme en estar contigo. Todo lo bueno se acaba, siempre he sido consciente que nunca habrá nada más allá del aprecio y del cariño. Tengo que dar pasos hacia delante, no hacia atrás. No puedo hacer que te quedes para siempre a mi lado. No sé si podré mantener contacto contigo cuando me haya ido, pero si puedo hacer que no me olvides. Por eso te escribo mi última carta, escribiendo con el corazón. Cuando ya la hayas leído ya te habré robado tus últimos minutos pensando en mí, a partir de ahí no seré yo quien haga que pienses en mí, yo ya no estaré para saber lo que opinas de este amor.

Hace dos años me prometí a mí misma que no volvería a escribirte, y aquí estás, leyendo cómo rompo mi promesa.

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