Primer Premio:
La carta de Berta Lanza (1º Bachillerato A) está llena
de esperanza, dedicada a un amor desconocido, que aún está por llegar:
Querido desconocido,
Te escribo esta carta a ti,
que no se si sabes que existo, al igual que yo tampoco sé quién eres. Solo
espero que algún día tengamos el placer de conocernos, aunque probablemente no
sabré decirte lo que realmente siento, porque la verdad es que nunca nos hemos
encontrado.
Somos dos completos extraños
que nunca se han hablado, se han visto, y lo más importante, ni siquiera sé si
habrá alguien que lea esto antes de que caiga en el olvido. Pero, ¿por qué
estoy escribiéndote? Esa es la pregunta que revolotea en mi cabeza, que amenaza
cada noche con no dejarme dormir y me hace sentir tan confundida.
Tengo la sensación de que el
tiempo nos unirá algún día después de pasar tanto tiempo pensando, pensando en
lo desconocido. Porque eso es lo que eres para mí, alguien que totalmente
desconozco y a la vez añoro, ¿cómo puedes añorar algo que nunca has conocido?
Pasan los días, a veces mi
subconsciente parece querer engañarme, percibo la presencia de alguien a mi
alrededor, ¿eres tú, mi querido extraño? Ojalá las Moiras se apiaden de nuestro
destino. Tengo miedo de que esta sensación se desvanezca, mis sentimientos
cuelgan de un hilo, un hilo el cual tú eres el único que puedes cortar.
¿Alguna vez te has enamorado
de alguien? Yo nunca he sentido esa sensación, la sensación de amar a alguien,
o eso es lo que creo. La gente dice que sientes como si el mundo desapareciese,
solo existes tú y esa persona, tienes la necesidad de estar a su lado,
compartir todos los pequeños momentos, hablarle de las cosas más
insignificantes y aunque también sientas dolor en muchas ocasiones, siempre
regresarás con ella.
He reflexionado profundamente
sobre lo que es el amor, y he llegado a la conclusión de que es imposible
describirlo con meras palabras, que todo lo que escribes queda eclipsado por la
realidad.
Tú eres mi realidad, que opaca
mis dudas por momentos y me hace sentir más decidida a confesar lo que siento,
a contradecirme a mí misma. Siento una fuerza que nos une para no separarnos, y
eso es justamente lo que quiero, poder estar juntos, tener a alguien que me ame
para poder yo amarla también.
Quiero que estés ya a mi lado,
para poder ver tus ojos ¿de qué color serán? No es trascendental, lo importante
es que me miren de verdad, que me hagan sentir única y olvidarme de los
problemas. Deseo poder hablarte, y cuando no nos queden palabras simplemente
descansar a tu lado en un agradable silencio, sin que nadie nos interrumpa,
solos tú y yo.
No me importa esperarte, sé
que algún día llegaras a mí, y cuando nuestras miradas se encuentren saldrán a
la luz todas esas emociones guardadas. Todo es cuestión de tiempo, un tiempo
que merece la pena esperar, solo por ti, la persona indicada.
Te esperaré eternamente,
Una desconocida.
Segundo
Premio
La carta de Laura Pérez (4º ESO C),
presentada en forma de manuscrito antiguo, también es muy creativa, y conjuga a
la perfección la fantasía con la expresión de un sentimiento amoroso muy veraz
(no os adelanto quién la escribe para que disfrutéis más de su lectura):
Nunca he sido especialmente
buena redactando cartas.
Padre no me obsequió con ese
don, el de la escritura. En su lugar me hizo portadora de los talentos y
secretos del mundo de la música y el teatro. Supongo que esa fue una de las
razones por las que comencé a interesarme en ti. La primera vez que vi tus
finos dedos golpear las teclas del enorme piano negro que tienes en tu salón,
mi piel se erizó como la del gato que se siente amenazado.
Y eso jamás me había pasado.
Imagino que es una de las
consecuencias que tiene no ser humana.
Recuerdo a la perfección el
desconcierto y nerviosismo que sentí en ese momento. Los engranajes en mi
cabeza se movían sin parar, desesperados por encontrar una respuesta al millón
de preguntas que volaban por mi mente afiladas como aviones de papel.
Recuerdo también haber tomado
la decisión de no informar a Padre sobre lo que había ocurrido. Porque me había
gustado. No, me había encantado.
Siempre he sido curiosa, y a
pesar de que ahora mismo mi deseo de conocer cosas nuevas esté teniendo
consecuencias, no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tomé.
Sabía que si informaba de mi
situación, Padre me alejaría de ti. Y entonces habría perdido la única
oportunidad que he tenido en toda mi vida de sentir emociones. De reír y de
llorar.
Así que permanecí allí,
observándote. Tocabas con tanta pasión…
Las semanas pasaron y yo
velaba por ti. Te seguía a todas partes, aportando más protección de la que
solemos daros. Pero tú nunca me viste. Nunca notaste mi presencia. Jamás te
diste cuenta de que mi sombra alada se unía a la tuya mientras caminabas por las
frías calles de Nueva York. Nunca lo hacéis.
Y eso me duele.
Todas las tardes te sentabas
ante el imponente instrumento y tocabas una pieza. A veces eran canciones
alegres…
Otras eran desgarradoras.
El día en que murió tu padre
volviste a casa con el rostro pálido y cubierto de lágrimas. Tu cuerpo esbelto
y normalmente erguido con seguridad se hallaba encorvado, derrotado; tu cabello
se encontraba despeinado tras haber estado horas pasándote las manos por los
rizos castaños, desesperado por descargar el nerviosismo que corría por tus
venas de alguna manera.
Fue la primera vez que sentí
pena por alguien.
Aquella noche intentaste con
todas tus fuerzas tocar el Preludio número cuatro de Chopin, y lo conseguiste
durante noventa segundos. Sin embargo, acabaste aporreando las piezas del
piano, gritando entre un mar de lágrimas.
En cuanto pusiste un pie en tu
habitación, te acurrucaste solo en una esquina de la cama. Yo permanecí inmóvil
en el marco de la puerta, sin saber qué hacer, confusa por lo que estaba sintiendo.
Jamás te había visto así.
Fue la primera vez que quise
abrazar a alguien.
Y no podía.
Eres una de esas personas que
cuando entran en una habitación, iluminan a todos con su personalidad y
actitud. Eres fuerte y amable; compasivo y gentil. Y mientras te veía ahí,
rodeado de oscuridad, apagado como una llama extinguida, sentí agua salada
deslizándose por mi mejilla.
Fue la primera vez que lloré.
El tiempo corrió como el
viento y te recuperaste. Sin embargo, mis sentimientos por ti no hicieron más
que crecer, y eso me perjudicó de una manera que no pude ver hasta que ya fue
demasiado tarde.
Nunca había sentido dolor. No
hasta que te vi con ella. La humana te tocaba el rostro, se abrazaba a tu
cuerpo por las noches y besaba tus labios.
Mi corazón, aquel mismo que tú
creaste sin saberlo, se partió en mil pedazos.
Porque yo nunca sería ella.
Han pasado diez años. Estáis
casados y aunque aún no lo sepáis, esperáis a vuestro segundo bebé, que por
cierto será una niña. Yo he aprendido a vivir con el dolor, aunque eso no lo
haga menos dañino para mí. Mis alas pierden plumas cada día, y hace tiempo que
perdí la capacidad de volar. Lo echo de menos.
Sé que me estoy muriendo. No
fui creada para sentir, sino para servir. Para proteger. Pero ahora que he
probado que no soy capaz ni de protegerme a mí misma, soy inútil.
Para cuando recibas esto probablemente
yo ya no esté. Tampoco podrías haber hecho nada de haber sabido todo esto. No
me conoces, aunque yo te haya visto crecer y te haya acompañado en todas y cada
una de tus etapas.
Pero no podía irme sin
quitarme este peso de encima.
Una vez más, no me arrepiento
de nada. La muerte es solo la próxima gran aventura que tú me estás
proporcionando, y la recibiré con gusto.
Nunca he oído de un Ángel
Guardián que haya muerto. Mucho menos antes que su Protegido.
Pero supongo que hay una
primera vez para todo.
Te quiero.
Reconocimiento
especial
La carta de Diana Ramírez (4º ESO C) es
de desamor, está dedicada a un amor que no el correcto, al que debe decir
adiós. También adopta la forma de un manuscrito quemado y se titula “Aceptando
el destino”:
Estoy en la cama, con la
ventana abierta para que entre el aire fresco en el calor de la habitación.
Escucho en silencio los ladridos de un perro que le dedica a la luna. He leído
que la luna es un paisaje en las obras del Romanticismo. Eso hace que piense en
ti...para variar. Todas las noches llega ese momento que me recuerda a ti. Una
vez más, reflexiono, me pregunto, me debato con la cabeza y el corazón, si este
amor es correcto. Una vez más, tengo la misma respuesta, siempre saco la misma
conclusión: este amor no es correcto.
Cierro los ojos, vencida por
el sueño, pero una vez más, no logro dormirme. La causa eres tú. Intento dejar
en blanco mi mente, pero por más veces que lo intento, más veces se me aparece
tu imagen sonriéndome
Recuerdo el día en que te
conocí. aquel 22 de septiembre de 2014. Cómo no te conozco me eres indiferente,
pasa el curso, nos cogemos cariño mutuamente a medida que nos sacamos sonrisas,
enfados, decepciones y desesperaciones. Acaba el curso el 19 de junio de 2015 y
no te vuelvo a ver hasta tres meses después. Nos llevamos igual de bien, con el
mismo buen rollo que teníamos de antelación.
Los meses pasan, se caen las
hojas de los árboles que son llevadas por el viento. Luego son tapadas por la
nieve y el hielo, y luego ahogadas por el deshielo. Entonces empiezo a tener un
sentimiento más fuerte pero no estoy segura. Te conviertes en mi anhelo, en mi
pensamiento antes de dormir, en mi sueño cada noche, en mi distracción en los
momentos de aburrimiento, en mi consuelo en mis momentos de tristeza, en mi
adrenalina cuando me hablas, cuando te acercas, te conviertes en el secreto de
mi corazón.
Llega 14 de febrero del 2016,
en el instituto venden claveles y te regalo uno anónimamente, intentando
mostrarte mi cariño, también hay opción de escribir cartas pero me niego,
aunque meses más tarde te la escribo. En ella escribo muchas cosas, temiendo a
que me juzgues, pero no te confieso que estoy enamorada de ti, ya que ni yo
misma estoy segura.
Pasan los días, las semanas,
los años, nacen hojas en los árboles, rodeadas por flores de miles de colores, la
fuerza del viento las arranca llevándolas consigo y dejándolas caer suavemente
en el suelo cuando este para. Son cubiertas por la nieve y una vez más, los
rayos de sol hacen su labor descubriéndolas con su calor.
Ya tengo claro mis
sentimientos hacia ti, pero lo mantengo en secreto. Las cosas cambian, yo
cambio mi forma de ser, nuestra relación se vuelve cada vez más débil y te
irrito cada vez. Pero hay algo que no cambia, y lo sabes de sobra. Veo que cada
vez me cuesta más guardar el secreto, cada 24 horas tengo más claro que algún
día te lo confesaré. El curso que viene lo más probable es que ya no esté en el
instituto donde crecí bajo tu mirada, tus sonrisas, tus comentarios...Me da
pena irme, pero por mucho que te quiera, este amor es imposible, y la verdad,
no voy desperdiciar mi vida por empeñarme en estar contigo. Todo lo bueno se
acaba, siempre he sido consciente que nunca habrá nada más allá del aprecio y
del cariño. Tengo que dar pasos hacia delante, no hacia atrás. No puedo hacer
que te quedes para siempre a mi lado. No sé si podré mantener contacto contigo
cuando me haya ido, pero si puedo hacer que no me olvides. Por eso te escribo
mi última carta, escribiendo con el corazón. Cuando ya la hayas leído ya te
habré robado tus últimos minutos pensando en mí, a partir de ahí no seré yo
quien haga que pienses en mí, yo ya no estaré para saber lo que opinas de este
amor.
Hace dos años me prometí a mí
misma que no volvería a escribirte, y aquí estás, leyendo cómo rompo mi
promesa.
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