18 de febrero de 2015
El comienzo de
curso siempre es un torbellino de emociones: para los alumnos, sin duda, pero
también para nosotros los profesores. Son los mismos nervios, la misma
expectación compartida, parecidos miedos. Si para ellos saber el listado de
profesores que les va a impartir clase genera alegrías y grandes decepciones,
para nosotros “su” lista, la lista de alumnos matriculados en nuestra clase,
provoca una enorme curiosidad: “¿Cómo serán?”…
Cuando eché un
primer vistazo a esa lista de alumnos de 2º Bachillerato, enseguida mis ojos
tropezaron con un nombre que me era familiar: Luis Crespo. Nunca le había dado
clase antes, ni siquiera me sonaba de habernos cruzado en el pasillo, pero su
fama le precedía, ya me habían comentado antes mis compañeros: ”Es un alumno
brillante”.” Bien -pensé- pero brillante ¿en qué?” “Es bueno con los números, se le dan muy bien
las Matemáticas, la Física…es un alumno de Ciencias, claramente”- me dijeron-.
“Vaya- murmuré- pues yo le voy a dar Lengua y Literatura, y no está entre sus
materias favoritas, quizás conmigo, no sea un alumno de sobresaliente.”
Comenzaron las
clases y, en primera fila, me encontré a Luis. Durante un tiempo, tuve la
sensación de que no prestaba atención a lo que yo decía, más bien daba la impresión de estar
absorto en sus pensamientos y que mi exposición no despertaba su interés. Mi sorpresa fue mayúscula cuando realizando
la corrección de un análisis sintáctico, me equivoqué en una función y Luis,
raudo y veloz, se agitó en su asiento, levantó la mano y me corrigió. Me dejó
con la boca abierta, ¡¡hubiera jurado que no estaba atento!! Las sonrisas de satisfacción de sus
compañeros me hicieron ver que debía acostumbrarme a esto: no podía dormirme en
los laureles, Luis, ojo avizor, estaría ahí asimilando conceptos y enjuiciando
afirmaciones. Y así ha seguido conmigo, marcándome de cerca siempre: una fecha
errónea en un examen (“Has puesto diciembre de 2015, aún no estamos en ese
mes”) mi nula habilidad con la informática
(“ Ya lo hago yo, que me estás poniendo nervioso”)…en fin.
Luis es listo y
rápido como un lince para los problemas matemáticos y físicos, incluso las
sopas de letras. Asimila con facilidad nuevos conocimientos y es un buen
estudiante. Pero no le pidas fluidez verbal y desarrollo en un comentario de
texto literario porque eso no es lo suyo. Así que en mi asignatura es bueno,
pero no el mejor. Y él lo sabe.
Pero un alumno que
no es bueno en Literatura, puede serlo en Ortografía, ¿o no? Y Luis se presentó
al XV Premio Iberoamericano de Ortografía en su fase interna, en el instituto…y
ganó. Y se presentó a la fase regional del mismo concurso…y ganó. Y se presentó
en Madrid a la fase nacional…y no ganó, pero casi. Quedó bien clasificado y eso
es un orgullo. Y lo mismo que fue convencido de ganar, aceptó de buen grado perder.
Aún me río al recordar, cuando momentos
antes de la prueba, le noté nervioso y
me acerqué para darle ánimos. “No
te preocupes, Luis- le dije- lo vas a hacer muy bien. “ Me miró un instante,
perplejo, y me contestó: “Ya sé que lo voy a hacer muy bien”. ¿Cómo se me
ocurriría dudarlo? Así es Luis.
Se supone que un
docente debe transmitir su saber a los alumnos, incentivar su curiosidad, abrir
sus mentes al mundo. No sé si logro conseguir eso, pero lo que tengo muy claro
es que yo aprendo de mis alumnos. Y uno de mis aventajados maestros en el arte
de entender la vida es Luis.
Ahora acaba de
ganar las Olimpiadas de Matemáticas en Cantabria, otra vez .Lleva varios años
siendo el número uno en Cantabria. Tendrá que ir a la fase nacional y competir
con otros jóvenes sabios. Y él irá contento, convencido de sí mismo,
disfrutando, porque es muy competitivo. Quizá gane, ojalá. O quizá no. No
importa. Luis es un alumno sobresaliente y lo seguirá siendo en su etapa
universitaria, en ese doble grado en Matemáticas y Física que quiere estudiar. Sólo
espero que la vida sea generosa con él, se lo merece.
BEATRIZ ALBO
(Coordinadora de la Biblioteca y profesora de LCL)
Me ha encantado, Beatriz. Dice mucho de él y de ti ;-)
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