viernes, 29 de mayo de 2015

"Todo pasa", ensayo sobre la angustia existencial de Irene Calderón (E4B)

Twitter: @ireeecm_

Todo llega y todo pasa. El sol siempre acaba escondiéndose y al final la luna se acaba yendo; los días transcurren y se van cerrando etapas; los amigos van y vienen; los abuelos, por mucho que queramos, no son eternos; y tristemente, tu mejor verano tampoco es infinito. Y así, entre idas y venidas, subidas y bajadas, va pasando la vida. Al principio no te percatas de su rapidez. De hecho, a los niños pequeños los 365 días de un año les parecen un mundo; 365 juegos, 365 risas, 365 aprendizajes. Pero según vas creciendo te das cuenta de que el tiempo se escapa de las manos, de que un 1 de enero despiertas con sueño tras haber trasnochado y al más veloz pestañeo, es 31 de diciembre de nuevo y comienza otra nueva celebración por lo mismo, por el paso del tiempo. Y quizá esta diferencia de percepción de lo efímera que es la vida entre niños y adultos sea porque, los pequeños, no esperan nada, no se ponen mayores metas aparte de conseguir que los Reyes Magos les traigan su juguete favorito, viven en el más verdadero Carpe Diem, aun no siendo conscientes de ello, ansían el hecho de ser mayores y es ese mismo motivo el que hace que los primeros años den la sensación de pasar más lentamente. Por el contrario, tanto adolescentes como adultos, viven constantemente deseando hacer realidad sueños y proyectos en un determinado período, viven esperando fechas concretas, preparándose para acontecimientos especiales, estudiando para lograr un objetivo o recordando épocas pretéritas y planificando momentos futuros. Viven lamentándose por no poder llevar a cabo una idea, o porque una determinada experiencia ha terminado y puede no volver a repetirse. Entre viajes, trabajos, citas, estudios, bodas, metas, fiestas y reuniones va pasando la vida. 



Y es que todo llega y todo pasa. Todo acaba terminando, como un texto o una canción, puede tener pausas, comas, pero siempre hay un punto final. Y en mitad de esa melodía, entre la primera mayúscula con la que empieza la letra y la última nota, se hallan tus propias estrofas, tus estribillos sin ningún sentido, porque, ¿acaso vivir tiene algún sentido? Total, todos ya sabemos el desenlace, puesto que es el mismo para cada uno de nosotros; pero quizá la diferencia esté en cómo queremos enfocar el significado de lo que vivimos. Algunos entienden que la única vida que tiene valor es aquella que es recordada, hay gente que intenta conseguir reconocimientos por los que generaciones venideras rememoren su nombre; otros, sin embargo, se preocupan por disfrutar, ver, viajar, sentir y aprender lo máximo posible, para que, cuando llegue el último suspiro, poder apreciar la sensación de orgullo por haber realizado tantas y tan variadas experiencias a lo largo de los años; y por otro lado, hay otras personas que simplemente no se plantean el sentido de la vida ni el hecho de vivir, solamente ven el tiempo pasar ante sus ojos y no se preocupan por explotarlo al máximo. 




Y es que todo llega y todo pasa; y personalmente creo que el verdadero sentido de la vida es vivirla, a la manera que cada uno más desee, sentirte a gusto con lo que tienes y con lo que haces; aspirar, desear y soñar, siempre valorando el presente, sin pensar demasiado en el punto y final, saboreando cada estrofa de la melodía; y aprovechando de la mejor manera posible cada "tic" y cada "tac" del reloj. Porque afortunadamente todo llega, y tristemente todo pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario