EL TOFAN
Se me cayó el típex
y cuando fui a levantarme, porque ya lo tenían en la mano, empecé a notar las
ligeras gotitas de lluvia que caían sobre mis manos. Me levanté y me encontré
con que detrás tenía una gran cascada, no sabía por qué pero estaba muy
agobiada. Todo aquello era grandísimo, no sabía dónde ir, empecé a dar vueltas
sin parar hasta que, cuando me volví a girar en aquella cascada, había una
especie de túnel por el que se podía pasar.
Pensé que, al
estar mareada de dar tantas vueltas, todo esto me lo estaba imaginando; así que
para mostrarme a mí misma que aquello no era verdad intenté entrar. Fue muy
raro, pasé entre el agua sin ni siquiera mojarme y, una vez que ya lo había
atravesado y por lo tanto ya me alejaría de todo aquello tan extraño, me di cuenta
de que ese túnel me había hecho salir al mismo sitio con la única diferencia de
que en el medio de aquel lugar ahora se encontraba un tofan (mitad tortuga, mitad elefante) un poco alterado.
Al cabo de media
hora, me desperté en mitad de la clase. Resultó que al intentar levantarme, me
había dado un golpe fortísimo con la mesa en la cabeza y me había quedado
inconsciente. Las gotitas que caían cada vez con más intensidad eran del típex,
que se me había explotado.
FUTURA PROFESIÓN
María iba camino a su casa, con su perro Toffie, un poco
aburrida ya que en el colegio no le había pasado nada interesante, cuando se
tropezó con una piedra y se cayó. Una vez que su cadera empezaba a tocar
ligeramente el suelo, ella se percató de que Toffie ya no se encontraba allí.
Parecía que el tiempo se hubiera parado, ya que sentía cómo todo a su alrededor
daba vueltas, y ella en el aire sin apenas tocar el suelo intentaba caer lo más
rápido para salir en busca de su perro.
Al fin, cuando ya cayó, se levantó muy dolorida, pero sin
tiempo que perder. Tenía que encontrar a Toffie lo más rápido posible para
llegar a casa pronto, para que su madre no la riñera y la castigara sin dejarle crear unas gafas especiales para ver un eclipse lunar, que sucedía cada cien años.
Buscó por todos los callejones de la zona, lo fue pregonando
con buen tono de voz para que si alguien lo había visto le dijera por dónde
para seguirle el rastro. Parecía obra de un mago, nadie lo había visto y María
seguía sin tener ni remota idea de dónde estaba. Cuando ya terminaba de
recorrer entera aquella calle principal y todos sus callejones, en el último pudo ver
al lado del basurero a tres personajes en círculo, por suerte uno de ellos era
Toffie y los otros dos eran un vagabundo y un gato que le acompañaba y estaban
rodeando el cadáver de un empresario de categoría. Al principio, María pensó
que aquel indigente que lo rodeaba era un simple muchacho que quería quitar al
cadáver alguna cosa de valor como la cartera; María se dio cuenta de que se
había confundido y que aquel indigente solo pretendía testificar en contra de
la persona que la otra noche había divisado en aquel callejón.
María, muy nerviosa por
todo lo que estaba ocurriendo y, a la vez, aliviada por haber encontrado a su
perro, llamó a la policía, que al instante empezó a tomar nota de la escena del
crimen. Los policías empezaron a preguntarles que si habían cambiado o tocado
algo. Ellos contestaron que no y, en efecto, así era. La policía empezó a
investigar sobre el móvil del crimen y sobre el presunto asesino. María quería
tener constancia de lo que iban averiguando y, al mes, supo que todas las
personas que eran sospechosas tenían una coartada fiable y que no había nada
que les diese una pista para seguir. Por esto, al mes y medio se archivó y no
lo volvieron a reabrir ni siquiera a mencionar. Aunque para la policía solo era
uno de los miles y miles de casos que ocurrían cada año en Estados Unidos, a
María la cambió la vida. Ese 25 de mayo de 1980 cuando volvió a casa ya no era
la misma. Todo esto hizo que sintiera curiosidad por ese caso y que, de mayor,
se hiciera policía de criminalística, con la remota ocurrencia de que ella pudiera reabrir ese caso y saber lo que ocurrió.
laura escribes muuy bn felicidadees!!!
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