jueves, 3 de diciembre de 2015

"El tofan" y "Futura profesión", dos relatos de Laura del Val Camacho (1.º ESO B)


EL TOFAN

Se me cayó el típex y cuando fui a levantarme, porque ya lo tenían en la mano, empecé a notar las ligeras gotitas de lluvia que caían sobre mis manos. Me levanté y me encontré con que detrás tenía una gran cascada, no sabía por qué pero estaba muy agobiada. Todo aquello era grandísimo, no sabía dónde ir, empecé a dar vueltas sin parar hasta que, cuando me volví a girar en aquella cascada, había una especie de túnel por el que se podía pasar.
Pensé que, al estar mareada de dar tantas vueltas, todo esto me lo estaba imaginando; así que para mostrarme a mí misma que aquello no era verdad intenté entrar. Fue muy raro, pasé entre el agua sin ni siquiera mojarme y, una vez que ya lo había atravesado y por lo tanto ya me alejaría de todo aquello tan extraño, me di cuenta de que ese túnel me había hecho salir al mismo sitio con la única diferencia de que en el medio de aquel lugar ahora se encontraba un tofan (mitad tortuga, mitad elefante) un poco alterado.
La lluvia empezó con más intensidad y a mí, que me estaba empezando a doler la cabeza y no me fiaba de lo que me podría hacer el tofan, no se me ocurrió otra cosa que hacer que pegarme tortas a ver si de una vez por todas me despertaba de aquel sueño, que ya empezaba a hartar. Cada vez me daba con más ganas pero de nada servía. Estaba tan cansada que decidí irme a una esquina a la que los árboles no dejaban ver, me tumbé y me dormí.

Al cabo de media hora, me desperté en mitad de la clase. Resultó que al intentar levantarme, me había dado un golpe fortísimo con la mesa en la cabeza y me había quedado inconsciente. Las gotitas que caían cada vez con más intensidad eran del típex, que se me había explotado.

FUTURA PROFESIÓN

María iba camino a su casa, con su perro Toffie, un poco aburrida ya que en el colegio no le había pasado nada interesante, cuando se tropezó con una piedra y se cayó. Una vez que su cadera empezaba a tocar ligeramente el suelo, ella se percató de que Toffie ya no se encontraba allí. Parecía que el tiempo se hubiera parado, ya que sentía cómo todo a su alrededor daba vueltas, y ella en el aire sin apenas tocar el suelo intentaba caer lo más rápido para salir en busca de su perro.
Al fin, cuando ya cayó, se levantó muy dolorida, pero sin tiempo que perder. Tenía que encontrar a Toffie lo más rápido posible para llegar a casa pronto, para que su madre no la riñera y la castigara sin dejarle crear unas gafas especiales para ver un eclipse lunar, que sucedía cada cien años.
Buscó por todos los callejones de la zona, lo fue pregonando con buen tono de voz para que si alguien lo había visto le dijera por dónde para seguirle el rastro. Parecía obra de un mago, nadie lo había visto y María seguía sin tener ni remota idea de dónde estaba. Cuando ya terminaba de recorrer entera aquella calle principal y todos sus callejones, en el último pudo ver al lado del basurero a tres personajes en círculo, por suerte uno de ellos era Toffie y los otros dos eran un vagabundo y un gato que le acompañaba y estaban rodeando el cadáver de un empresario de categoría. Al principio, María pensó que aquel indigente que lo rodeaba era un simple muchacho que quería quitar al cadáver alguna cosa de valor como la cartera; María se dio cuenta de que se había confundido y que aquel indigente solo pretendía testificar en contra de la persona que la otra noche había divisado en aquel callejón.
María, muy nerviosa por todo lo que estaba ocurriendo y, a la vez, aliviada por haber encontrado a su perro, llamó a la policía, que al instante empezó a tomar nota de la escena del crimen. Los policías empezaron a preguntarles que si habían cambiado o tocado algo. Ellos contestaron que no y, en efecto, así era. La policía empezó a investigar sobre el móvil del crimen y sobre el presunto asesino. María quería tener constancia de lo que iban averiguando y, al mes, supo que todas las personas que eran sospechosas tenían una coartada fiable y que no había nada que les diese una pista para seguir. Por esto, al mes y medio se archivó y no lo volvieron a reabrir ni siquiera a mencionar. Aunque para la policía solo era uno de los miles y miles de casos que ocurrían cada año en Estados Unidos, a María la cambió la vida. Ese 25 de mayo de 1980 cuando volvió a casa ya no era la misma. Todo esto hizo que sintiera curiosidad por ese caso y que, de mayor, se hiciera policía de criminalística, con la remota ocurrencia de que ella pudiera reabrir ese caso y saber lo que ocurrió.    

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