EL BARCO DE LA NIEBLA de Juan Fernández Alvargonzález y Daniel Green
La historia empieza en la ciudad de Santander, el 3 de noviembre de 1893,
cuando un barco de vapor explotó en la bahía. Su nombre era el Cabo de
Machichaco, y el desastre ocurrió por la mañana en una espesa niebla. Esta
catástrofe causo mucha destrucción, dado que el barco no solo explotó una vez,
sino dos.
Veinte años más tarde, un barco pesquero capitaneado por Adolfo
Fernández salió a pescar en la bahía en un día de niebla. El barco no se volvió
a ver nunca más, y los capitanes de otros barcos se preguntaron por qué había
pasado esto .
Este suceso ocurrió bastantes veces con otros navíos, y curiosamente
siempre pasaba en días de niebla. Además cuando la niebla desaparecía, no se
encontraban ningunos restos de los barcos. El caso empezó a ser investigado
intensamente. Los investigadores entraban siempre cuando había una niebla muy
densa, pero nunca se volvía a saber de ellos.
Una vez, un barco turístico antiguo de 1893 entró en una niebla muy
densa por la mañana y se encontró de repente un barco de vapor de su misma
época, y los turistas pudieron distinguir a los tripulantes del barco, unas
figuras casi invisibles pero vivas. Salieron de ahí con el rabo entre las
piernas.
Los tripulantes desembarcaron en la playa de los Locos, y explicaron a
la gente lo que habían visto, y les dijeron que creían que era el famoso Cabo
de Machichaco, pero no les creyó nadie. He de ahí el nombre de la playa.
Este barco turístico siguió cruzándose con este extraño barco los días
de niebla, y los tripulantes se dieron cuenta de que si el barco en el que
estabas era de 1893, el Cabo de Machichaco aparecería por el mar pero no te
atacaría. Si no, tu barco desaparecería para siempre.
ATENCIÓN
Si
estáis un día en el mar con mucha niebla virad y largaos de ahí. El Cabo
Machichaco siempre estará en la zona.
LA LEYENDA DEL INCENDIO Y OTRAS HISTORIAS de Nuria San José y Alicia Villar
(basada en una historia real)
A-
¿Has visto esa casa tan vieja, la de
al lado de la catedral?
N-
Si, ¿nunca has
oído hablar de su leyenda?
A-
¡No! Cuenta, cuenta
N-
¡Jooooo! que pereza… Bueno,
está
bien…¿Sabes cuál fue el incendio de 1941, el que
quemó todo
Santander?
A-
Si
N.
Bueno, pues mira, en la madrugada del 15 al 16 de febrero de 1941, alguien se
dejó
un fuego encendido, y como hacía
viento sur, se extendió el fuego
y se quemó todo el
casco urbano.
Pues
eso solo es una hipótesis,
pero esta es la verdadera leyenda creada por los santanderinos, que ha pasado
de boca en boca durante décadas.
Se
quemó todo,
todo, menos esta casa, al lado de la catedral de Santander. Y resulta que en
esta casa, vivía la
tatarabuela de Ruth Beitia.
A-
¡Ah, sí,
esa gran deportista!!
N-
Sí, esa.
Pues dicen, que su marido, estaba solo en casa cuando murió en
un incendio provocado por un pirómano,
quien más tarde
se convirtió en un
fugitivo de alto riesgo.
Años
después, esa señora,
pudo identificar al homicida como su nuevo vecino, que decía
ser un extranjero recién llegado
de Europa central, y quiso hacerle padecer lo que había
hecho sufrir a otros.
A-
Así
que… ¡Ella
provocó el
incendio! Pero, ¿Cómo
hizo para no quemar su casa?
N-
Cuentan que era un bruja, y, que había
contenido sus poderes durante años
para que nadie se enterase, y creó un
campo de fuerza alrededor de su casa para proteger lo único
que la quedaba de su marido.
La
casa la tiraron hace unos años,
pero dicen que su espíritu
ronda por esta zona…
A-
¡Madre mía!
¡Qué
miedo! Pues ahora te voy a contar yo una leyenda…
¿Te
acuerdas de esa mansión que
estaba cerca de mi casa de Torrelavega?
N-
Sí, ¡cómo olvidarla! Todavía
me dan escalofríos…
A-
Pues cuenta la leyenda, que el bisabuelo de Joaquín
Bustamante...
N-
¡Ah sí,
el cantante cántabro!!!
A-
Sí ese,
pero no me interrumpas más… El
bisabuelo estudiaba en un colegio, donde hoy está
el IES las Llamas, pero allí le
hacían bulling, así que
tuvo que dejar sus estudios. Ni siquiera salía
de su casa.
Dicen
que cuando murió, su espíritu
se quedó en casa,
intentando ahuyentar a todo el que se acercase, y en la actualidad se celebran
fiestas de cumpleaños, pero
simple acaba mal, con algún muerto,
o desaparecido, porque el espíritu
del bisabuelo de Joaquín
Bustamante, todavía habita
la casa…
EL BARCO HUNDIDO DE SOMO de Agustín Rodríguez y Germán Gómez Pariente
En un frío invierno de 1995 un pequeño barco se hundió en las aguas de
Somo.
Los tripulantes no sobrevivieron, por lo tanto no se sabe la causa de este
suceso. Cuenta la leyenda, que este barco se hundió por causas paranormales.
Había un vagabundo llamado Perón que
vivía cerca de la playa, en una isla llamada Santa Marina. Perón medía 2,21 y
la gente de Somo le tenía miedo por su gran brutalidad y a causa de eso le
prohibieron utilizar su mano derecha.
Una noche un barco llegó de las
islas Maldivas y no tuvo otro lugar para fondear que en la playa de Somo. Los marineros
venían con las intenciones de hacer una fiesta en la playa para celebrar su
llegada a Santander.
Comenzaron a hacer mucho ruido y Perón, se empezó a molestar. Continuaron
la fiesta, y Perón se hartó. Fue nadando a la playa. Al verlo, los marineros
comenzaron a reírse de el a causa de su gran tamaño. Este se intentó contener
pero no lo consiguió.
Empezó a matarles a su manera, es decir, atándoles de pies y manos y
arrancándoles las extremidades y las cabezas.
Todo con su mano derecha y con la izquierda tiraba los troncos de cada
uno de los marineros al mar.
Mientras se ocupaba de los marineros, uno de ellos escapó nadando y dicen
que Perón dio un gran salto y cayó en el barco. A él lo único que le importaba
en ese momento era matar al marinero… y eso fue lo último que hizo antes de
morir.
Perón atrapó al hombre y le metió la cabeza en la hélice del barco, con la
mala suerte de caer él y morir ahogado.
La hélice se quedó trabada en el casco del barco haciendo un gran
agujero. Así se hundió el barco.
Por eso ahora se dice que el que pase por encima del barco morirá a manos
del cruel espíritu de Perón.
LA CASA DE LAS BRUJAS de Lucas Fontela
Se cuenta que en General Dávila, a la orilla de la
carretera, se encuentra una casa encantada, la llaman” La casa de las brujas”.
La gente pasa todos los días al lado y mira desde la acera a ver si por las ventanas
pueden ver algo que se mueva dentro, pero no, no se mueve nada y la gente
tampoco se para mucho tiempo a observar, les da respeto por no decir miedo por
si de verdad, al final, algo dentro se mueve.
La casa es grande, tiene grandes ventanas y dos torres
a los lados.
Mi madre, cuando era pequeño y pasábamos al lado de
esta casa, nos decía que le gustaría entrar aunque nunca se ha visto entrar ni
salir a nadie y se inventaba una historia para entretenernos.
Antiguamente la zona de General Dávila era lo alto de
una colina y todo alrededor era campo, así que era una casa solitaria sin
vecinos alrededor.
En ella vivían tres hermanas solteronas con fama de
conocer muy bien las hierbas y plantas y sus propiedades, por lo que algunos
iban para comprarles remedios, o lo que entonces decían pócimas mágicas. Otros simplemente las evitaban por miedo a
morir o a ser embrujados o cualquier otra superstición.
Las tres hermanas vivían siguiendo sus propias normas
y sin tener en cuenta la opinión de los demás, lo cual resultó ser su condena,
ya que en una ocasión, siendo ya mayores, dos hermanos de la ciudad desaparecieron
y la última vez que se les vio fue cerca de la casa, pues estaban recogiendo
frutos en una arboleda cercana. Solo encontraron la cesta que llevaban, y las
acusaron de haberlos hecho desaparecer aunque nunca se demostró ni se encontró
a los hermanos ni vivos, ni muertos, pero las supersticiones y el miedo ganaron
a la lógica e incluso aquellos que se beneficiaron de su conocimiento de las
plantas, les acusaron, por lo que el veredicto al final, fue la horca y no
pudieron evitarla.
Al morir las tres hermanas, la casa quedó cerrada, y a
lo largo de los años y los siglos siguientes construyeron alrededor, pero no
tocaron la casa sino que hicieron un pequeño muro que la rodeaba.
Hace
unos años una empresa se la compró al ayuntamiento para arreglarla y venderla
como vivienda, pero escuchaban ruidos y a veces desaparecían pequeños objetos
personales de la gente que trabajaba dentro de la casa, por lo que al final de
nuevo el miedo pudo mas que la razón y abandonaron de nuevo la casa y ahí
sigue, como un recuerdo de la superstición de las personas.
LOS RAQUEROS por Susana Gómez Falagan y Mónica Gandarillas
Cuenta
la leyenda que hace mucho hubo cuatro hermanos llamados Juan, Ramón, Jorge y
Víctor que vivían en Albarracín, un pueblo pequeño de Teruel.
Ellos
tenían unos amigos que veraneaban en Santander y se bañaban en la bahía. Los
cuatro hermanos se morían de envidia al ver irse a los amigos, pero ellos no
podían ir por qué no disponían del dinero suficiente para el viaje, ya que la
madre era viuda y estaba en paro.
No se
sabe muy bien cómo pero los cuatro hermanos consiguieron trabajo como
limpiabotas.
Al
pasar un año los hermanos consiguieron ahorrar lo suficiente como para
permitirse un viaje en tren y un
alojamiento en el centro de Santander.
El
viaje se les hizo eterno, cuando llegaron a Torrelavega tuvieron que bajarse
del tren ya que se averío, a si que no tuvieron más remedio que ir a pie hasta
Santander.
Se
perdieron varias veces al llegar pero cuando llegaron a el hotel Bahía no
tuvieron más remedio que solicitar una habitación compartida ya que por tener
que ir a pie llegaron un día más tarde y les habían dado la habitación a otra
familia.
Lo
primero que hicieron fue ir a bañarse a la bahía ya que es por lo que habían
ido a Santander. Al llegar se tiraron al agua, atraídos por las monedas que lanzaban algunos
paseantes al agua con la intención de que los jóvenes se zambulleran en el agua para cogerlas. En su atolondramiento, no
fueron conscientes de que no sabían nadar.
Uno por uno fueron lanzándose al agua y murieron ahogados.
Las estatuas que hoy veis son conmemorativas a
ese grupo de cuatro hermanos que fallecieron al bañarse en la bahía de
Santander.
LA MALDICIÓN DE LOS SANTOS de Claudia Fernández y Paula Buzón
Introducción
Los santos, San Emeterio y San
Celedonio, eran dos jefes militares romanos.
Ambos hermanos militaban en las
legiones romanas, pero las abandonaron y profesaron públicamente la milicia de
Cristo como testigos de la fe.
Llevados ante el Tribunal,
confesaron su fe por lo que fueron atormentados en la cárcel donde
permanecieron por algún tiempo. En las afueras de la ciudad, junto al río
Cidacos, afluente del Ebro, sufrieron el martirio para, finalmente, ser
decapitados un 3 de marzo. Tras su muerte, estos siervos de Dios, fueron allí
sepultados.
Las reliquias de los Santos
Mártires se trajeron a Cantabria en la Alta Edad Media, como sucedió con otras
tantas. El traslado fue motivado por razones de seguridad con el fin de
protegerlas de las incursiones árabes.
Leyenda
En la noche del 3 de marzo de 1916,
un grupo de niños estaba jugando al escondite en el parque del paseo Pereda.
Uno de ellos, llamado Pedro que
siempre se estaba imaginando cosas, esa noche vio algo que le llamó la
atención. No eran cosas de su
imaginación, sino que esta vez eran reales.
Estaba acompañado por un niño muy deportista llamado Carlos y por Lara,
una niña que era muy inteligente.
Pedro les dijo que estaba viendo
unos fuegos fatuos, Carlos y Lara no le creyeron, pero al girarse supieron que
era verdad. Siguieron los fuegos fatuos
que les llevaron hasta una pequeña fuente del paseo pereda, en el agua de la
fuente se reflejaba el rostro del fantasma del santo San Emeterio. El santo les
dijo que se sumergieran en el agua de la fuente y que cerraran los ojos. Cuando
abrieron los ojos estaban en el claustro de la catedral de Santander (en la
catedral de Santander fue donde guardaron las cabezas de los santos San
Emeterio y San Celedonio después de que fueran encontradas en el río Ebro). Allí mantuvieron una larga conversación con el
fantasma de San Emeterio, les explicó quién era y qué le pasó antiguamente,
Carla le preguntó que para que les necesitaba; les contó que tenían que juntar las cabezas de
los dos hermanos y dejarlas en la ventana superior de la catedral porque si no
algo malo iba a suceder. En ese momento desapareció. Y no sabían que cosas
malas les podían pasar si no juntaban las cabezas de los dos hermanos San Emeterio
y San Celedonio.
Lara sabía que en esa catedral se
encontraba la tumba de Menéndez Pelayo y se le ocurrió ir a hablar con su
fantasma.
Cuando encontraron al fantasma de Menéndez
Pelayo le preguntaron cómo conseguir unir las cabezas de los dos hermanos para
que no pasara nada. Les explicó qué sucedería si no lo hacían, les dijo que si
no lo hacían vendrían los romanos a atacarles y también les dijo cómo llegar
hasta San Celedonio. Tenían que llegar a la iglesia de abajo llamada El Cristo,
para ello tenían que dar tres vueltas a la catedral en el sentido de las agujas
del reloj. Rápidamente se pusieron en marcha ya que eran las doce menos cuarto,
y justo a las doce iban a venir los romanos a atacar Santander. Al llegar al
Cristo, les estaba esperando el fantasma de San Celedonio para acompañarlos y poner las
dos cabezas de los santos en la ventana superior de la Catedral. San Celedonio
les indicó donde estaba el portal secreto para subir a la Catedral. Cuando
alcanzaron la ventana, desde allí vieron acercarse a los romanos hacia
Santander, pero al juntar las cabezas, los romanos desaparecieron de su vista,
destruyeron la maldición de los Santos, y los hermanos volvieron a estar juntos de nuevo.
El grupo de niños regresó al parque
del paseo Pereda para seguir jugando y guardaron el secreto durante toda su
vida para que nadie sospechara de lo que había sucedido.
Y los fantasmas de los santos
decidieron proteger a la ciudad de
Santander y por ellos son los santos protectores de ella.
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