lunes, 1 de febrero de 2016

Leyendas inventadas de los alumnos de 1.º ESO B


EL BARCO DE LA NIEBLA de Juan Fernández Alvargonzález y Daniel Green
La historia empieza en la ciudad de Santander, el 3 de noviembre de 1893, cuando un barco de vapor explotó en la bahía. Su nombre era el Cabo de Machichaco, y el desastre ocurrió por la mañana en una espesa niebla. Esta catástrofe causo mucha destrucción, dado que el barco no solo explotó una vez, sino dos.
Veinte años más tarde, un barco pesquero capitaneado por Adolfo Fernández salió a pescar en la bahía en un día de niebla. El barco no se volvió a ver nunca más, y los capitanes de otros barcos se preguntaron por qué había pasado esto .

Este suceso ocurrió bastantes veces con otros navíos, y curiosamente siempre pasaba en días de niebla. Además cuando la niebla desaparecía, no se encontraban ningunos restos de los barcos. El caso empezó a ser investigado intensamente. Los investigadores entraban siempre cuando había una niebla muy densa, pero nunca se volvía a saber de ellos.
Una vez, un barco turístico antiguo de 1893 entró en una niebla muy densa por la mañana y se encontró de repente un barco de vapor de su misma época, y los turistas pudieron distinguir a los tripulantes del barco, unas figuras casi invisibles pero vivas. Salieron de ahí con el rabo entre las piernas.
Los tripulantes desembarcaron en la playa de los Locos, y explicaron a la gente lo que habían visto, y les dijeron que creían que era el famoso Cabo de Machichaco, pero no les creyó nadie. He de ahí el nombre de la playa.
Este barco turístico siguió cruzándose con este extraño barco los días de niebla, y los tripulantes se dieron cuenta de que si el barco en el que estabas era de 1893, el Cabo de Machichaco aparecería por el mar pero no te atacaría. Si no, tu barco desaparecería para siempre.

ATENCIÓN
Si estáis un día en el mar con mucha niebla virad y largaos de ahí. El Cabo Machichaco siempre estará en la zona.

LA LEYENDA DEL INCENDIO Y OTRAS HISTORIAS de Nuria San José y Alicia Villar
(basada en una historia real)
A- ¿Has visto esa casa tan vieja, la de al lado de la catedral?

N- Si, ¿nunca has oído hablar de su leyenda?

A- ¡No! Cuenta, cuenta

N- ¡Jooooo! que pereza… Bueno, está bien…¿Sabes cuál fue el incendio de 1941, el que quemó todo Santander?

A- Si

N. Bueno, pues mira, en la madrugada del 15 al 16 de febrero de 1941, alguien se dejó un fuego encendido, y como hacía viento sur, se extendió el fuego y se quemó todo el casco urbano.
Pues eso solo es una hipótesis, pero esta es la verdadera leyenda creada por los santanderinos, que ha pasado de boca en boca durante décadas.
Se quemó todo, todo, menos esta casa, al lado de la catedral de Santander. Y resulta que en esta casa, vivía la tatarabuela de Ruth Beitia.
A- ¡Ah, sí, esa gran deportista!!

N- Sí, esa. Pues dicen, que su marido, estaba solo en casa cuando murió en un incendio provocado por un pirómano, quien más tarde se convirtió en un fugitivo de alto riesgo.
Años después, esa señora, pudo identificar al homicida como su nuevo vecino, que decía ser un extranjero recién llegado de Europa central, y quiso hacerle padecer lo que había hecho sufrir a otros.

A- Así que… ¡Ella provocó el incendio! Pero, ¿Cómo hizo para no quemar su casa?

N- Cuentan que era un bruja, y, que había contenido sus poderes durante años para que nadie se enterase, y creó un campo de fuerza alrededor de su casa para proteger lo único que la quedaba de su marido.
La casa la tiraron hace unos años, pero dicen que su espíritu ronda por esta zona…

A- ¡Madre mía! ¡Qué miedo! Pues ahora te voy a contar yo una leyenda…
¿Te acuerdas de esa mansión que estaba cerca de mi casa de Torrelavega?
N- Sí, ¡cómo olvidarla! Todavía me dan escalofríos…

A- Pues cuenta la leyenda, que el bisabuelo de Joaquín Bustamante...

N- ¡Ah sí, el cantante cántabro!!!
A- Sí ese, pero no me interrumpas más… El bisabuelo estudiaba en un colegio, donde hoy está el IES las Llamas, pero allí le hacían bulling, así que tuvo que dejar sus estudios. Ni siquiera salía de su casa.
Dicen que cuando murió, su espíritu se quedó en casa, intentando ahuyentar a todo el que se acercase, y en la actualidad se celebran fiestas de cumpleaños, pero simple acaba mal, con algún muerto, o desaparecido, porque el espíritu del bisabuelo de Joaquín Bustamante, todavía habita la casa…

N- ¡Calla, que luego tengo pesadillas!

EL BARCO HUNDIDO DE SOMO de Agustín Rodríguez y Germán Gómez Pariente
En un frío invierno de 1995 un pequeño barco se hundió en las aguas de Somo.

Los tripulantes no sobrevivieron, por lo tanto no se sabe la causa de este suceso. Cuenta la leyenda, que este barco se hundió por causas paranormales.

Había  un vagabundo llamado Perón que vivía cerca de la playa, en una isla llamada Santa Marina. Perón medía 2,21 y la gente de Somo le tenía miedo por su gran brutalidad y a causa de eso le prohibieron utilizar su mano derecha.

 Una noche un barco llegó de las islas Maldivas y no tuvo otro lugar para fondear que en la playa de Somo. Los marineros venían con las intenciones de hacer una fiesta en la playa para celebrar su llegada a Santander.

Comenzaron a hacer mucho ruido y Perón, se empezó a molestar. Continuaron la fiesta, y Perón se hartó. Fue nadando a la playa. Al verlo, los marineros comenzaron a reírse de el a causa de su gran tamaño. Este se intentó contener pero no lo consiguió.

Empezó a matarles a su manera, es decir, atándoles de pies y manos y arrancándoles las extremidades y las cabezas.  Todo con su mano derecha y con la izquierda tiraba los troncos de cada uno de los marineros al mar.

Mientras se ocupaba de los marineros, uno de ellos escapó nadando y dicen que Perón dio un gran salto y cayó en el barco. A él lo único que le importaba en ese momento era matar al marinero… y eso fue lo último que hizo antes de morir.

Perón atrapó al hombre y le metió la cabeza en la hélice del barco, con la mala suerte de caer él y morir ahogado.  La hélice se quedó trabada en el casco del barco haciendo un gran agujero. Así se hundió el barco.


Por eso ahora se dice que el que pase por encima del barco morirá a manos del cruel espíritu de Perón.

LA CASA DE LAS BRUJAS de Lucas Fontela
Se cuenta que en General Dávila, a la orilla de la carretera, se encuentra una casa encantada, la llaman” La casa de las brujas”. La gente pasa todos los días al lado y mira desde la acera a ver si por las ventanas pueden ver algo que se mueva dentro, pero no, no se mueve nada y la gente tampoco se para mucho tiempo a observar, les da respeto por no decir miedo por si de verdad, al final, algo dentro se mueve.
La casa es grande, tiene grandes ventanas y dos torres a los lados.
Mi madre, cuando era pequeño y pasábamos al lado de esta casa, nos decía que le gustaría entrar aunque nunca se ha visto entrar ni salir a nadie y se inventaba una historia para entretenernos.
Antiguamente la zona de General Dávila era lo alto de una colina y todo alrededor era campo, así que era una casa solitaria sin vecinos alrededor.
En ella vivían tres hermanas solteronas con fama de conocer muy bien las hierbas y plantas y sus propiedades, por lo que algunos iban para comprarles remedios, o lo que entonces decían pócimas mágicas.  Otros simplemente las evitaban por miedo a morir o a ser embrujados o cualquier otra superstición.
Las tres hermanas vivían siguiendo sus propias normas y sin tener en cuenta la opinión de los demás, lo cual resultó ser su condena, ya que en una ocasión, siendo ya mayores, dos hermanos de la ciudad desaparecieron y la última vez que se les vio fue cerca de la casa, pues estaban recogiendo frutos en una arboleda cercana. Solo encontraron la cesta que llevaban, y las acusaron de haberlos hecho desaparecer aunque nunca se demostró ni se encontró a los hermanos ni vivos, ni muertos, pero las supersticiones y el miedo ganaron a la lógica e incluso aquellos que se beneficiaron de su conocimiento de las plantas, les acusaron, por lo que el veredicto al final, fue la horca y no pudieron evitarla.
Al morir las tres hermanas, la casa quedó cerrada, y a lo largo de los años y los siglos siguientes construyeron alrededor, pero no tocaron la casa sino que hicieron un pequeño muro que la rodeaba.
Hace unos años una empresa se la compró al ayuntamiento para arreglarla y venderla como vivienda, pero escuchaban ruidos y a veces desaparecían pequeños objetos personales de la gente que trabajaba dentro de la casa, por lo que al final de nuevo el miedo pudo mas que la razón y abandonaron de nuevo la casa y ahí sigue, como un recuerdo de la superstición de las personas.

LOS RAQUEROS por Susana Gómez Falagan y Mónica Gandarillas
Cuenta la leyenda que hace mucho hubo cuatro hermanos llamados Juan, Ramón, Jorge y Víctor que vivían en Albarracín, un pueblo pequeño de Teruel.
Ellos tenían unos amigos que veraneaban en Santander y se bañaban en la bahía. Los cuatro hermanos se morían de envidia al ver irse a los amigos, pero ellos no podían ir por qué no disponían del dinero suficiente para el viaje, ya que la madre era viuda y estaba en paro.
No se sabe muy bien cómo pero los cuatro hermanos consiguieron trabajo como limpiabotas.
Al pasar un año los hermanos consiguieron ahorrar lo suficiente como para permitirse un viaje en tren  y un alojamiento en el centro de Santander.
El viaje se les hizo eterno, cuando llegaron a Torrelavega tuvieron que bajarse del tren ya que se averío, a si que no tuvieron más remedio que ir a pie hasta Santander.
Se perdieron varias veces al llegar pero cuando llegaron a el hotel Bahía no tuvieron más remedio que solicitar una habitación compartida ya que por tener que ir a pie llegaron un día más tarde y les habían dado la habitación a otra familia.
Lo primero que hicieron fue ir a bañarse a la bahía ya que es por lo que habían ido a Santander. Al llegar se tiraron al agua,  atraídos por las monedas que lanzaban algunos paseantes al agua con la intención de que los jóvenes se zambulleran en el  agua para cogerlas. En su atolondramiento, no fueron conscientes de que no sabían nadar.  Uno por uno fueron lanzándose al agua y murieron ahogados.
Las estatuas que hoy veis son conmemorativas a ese grupo de cuatro hermanos que fallecieron al bañarse en la bahía de Santander.

LA MALDICIÓN DE LOS SANTOS de Claudia Fernández y Paula Buzón
Introducción
Los santos, San Emeterio y San Celedonio, eran dos jefes militares romanos.
Ambos hermanos militaban en las legiones romanas, pero las abandonaron y profesaron públicamente la milicia de Cristo como testigos de la fe.
Llevados ante el Tribunal, confesaron su fe por lo que fueron atormentados en la cárcel donde permanecieron por algún tiempo. En las afueras de la ciudad, junto al río Cidacos, afluente del Ebro, sufrieron el martirio para, finalmente, ser decapitados un 3 de marzo. Tras su muerte, estos siervos de Dios, fueron allí sepultados.
Las reliquias de los Santos Mártires se trajeron a Cantabria en la Alta Edad Media, como sucedió con otras tantas. El traslado fue motivado por razones de seguridad con el fin de protegerlas de las incursiones árabes.
Leyenda
En la noche del 3 de marzo de 1916, un grupo de niños estaba jugando al escondite en el parque del paseo Pereda.
Uno de ellos, llamado Pedro que siempre se estaba  imaginando cosas,  esa noche vio algo que le llamó la atención.  No eran cosas de su imaginación, sino que esta vez eran reales.  Estaba acompañado por un niño muy deportista llamado Carlos y por Lara, una niña que era muy inteligente.
Pedro les dijo que estaba viendo unos fuegos fatuos, Carlos y Lara no le creyeron, pero al girarse supieron que era verdad.  Siguieron los fuegos fatuos que les llevaron hasta una pequeña fuente del paseo pereda, en el agua de la fuente se reflejaba el rostro del fantasma del santo San Emeterio. El santo les dijo que se sumergieran en el agua de la fuente y que cerraran los ojos. Cuando abrieron los ojos estaban en el claustro de la catedral de Santander (en la catedral de Santander fue donde guardaron las cabezas de los santos San Emeterio y San Celedonio después de que fueran encontradas en el río Ebro).  Allí mantuvieron una larga conversación con el fantasma de San Emeterio, les explicó quién era y qué le pasó antiguamente, Carla le preguntó que para que les necesitaba;  les contó que tenían que juntar las cabezas de los dos hermanos y dejarlas en la ventana superior de la catedral porque si no algo malo iba a suceder. En ese momento desapareció. Y no sabían que cosas malas les podían pasar si no juntaban las cabezas de los dos hermanos San Emeterio y San Celedonio.
Lara sabía que en esa catedral se encontraba la tumba de Menéndez Pelayo y se le ocurrió ir a hablar con su fantasma.
Cuando encontraron al fantasma de Menéndez Pelayo le preguntaron cómo conseguir unir las cabezas de los dos hermanos para que no pasara nada. Les explicó qué sucedería si no lo hacían, les dijo que si no lo hacían vendrían los romanos a atacarles y también les dijo cómo llegar hasta San Celedonio. Tenían que llegar a la iglesia de abajo llamada El Cristo, para ello tenían que dar tres vueltas a la catedral en el sentido de las agujas del reloj. Rápidamente se pusieron en marcha ya que eran las doce menos cuarto, y justo a las doce iban a venir los romanos a atacar Santander. Al llegar al Cristo, les estaba esperando el fantasma de  San Celedonio para acompañarlos y poner las dos cabezas de los santos en la ventana superior de la Catedral. San Celedonio les indicó donde estaba el portal secreto para subir a la Catedral. Cuando alcanzaron la ventana, desde allí vieron acercarse a los romanos hacia Santander, pero al juntar las cabezas, los romanos desaparecieron de su vista, destruyeron la maldición de los Santos, y los hermanos volvieron  a estar juntos de nuevo.
El grupo de niños regresó al parque del paseo Pereda para seguir jugando y guardaron el secreto durante toda su vida para que nadie sospechara de lo que había sucedido.
Y los fantasmas de los santos decidieron proteger a la  ciudad de Santander y por ellos son los santos protectores de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario