lunes, 1 de febrero de 2016

Reflexiones sobre el papel de la televisión en la sociedad (I.ª parte)


Trabajo de investigación elaborado por ELENA ROCHE (@elenanitodice en Twitter),
alumna en prácticas en el centro durante el curso académico 2014/15,
a partir de datos obtenidos a través de encuestas proporcionadas a los alumnos del centro.

El pasado curso, la periodista Elena Roche hizo sus prácticas del Máster de Formación del Profesorado en nuestro instituto. Como tema para el trabajo de fin de máster, eligió “Los estereotipos de género en la televisión que ven los adolescentes”. Para lo cual, como algunos recordaréis, pasó una encuesta entre los alumnos de tercero y cuarto.
Ya que nos parece que ha realizado un trabajo de gran calidad, hemos decidido trasladar a la comunidad educativa un resumen de su estudio, que agradecemos haya compartido con nosotros. Sus conclusiones son muy valiosas, y creemos que resultan de interés social.

Tal y como se refleja en el título, el objetivo principal era comprobar si la televisión influye o no en la percepción que tienen los adolescentes sobre las cuestiones de género, sobre todo a la luz de informaciones que nos llegan acerca del aumento del machismo y de este tipo de violencia entre los jóvenes.
Por eso, se llevó a cabo un trabajo de campo entre los 155 alumnos de 3º y 4º por medio de un cuestionario en el que se indagaba acerca del uso de la televisión, en una primera parte, y de la visión que se ofrece del hombre y de la mujer en sus programas preferidos, en la segunda parte. También se realizaron cuatro entrevistas personales con dos chicos y dos chicas de estos cursos.
En la aproximación a la investigación empírica Elena recoge reflexiones muy interesantes de distintos autores, acerca de los medios de comunicación, y de la televisión en particular. En esta entrada, nos centraremos precisamente en esta primera parte del trabajo. En ella, se comenta cómo se percibe la realidad a través de la televisión y cómo ejerce de sistema de control sobre el individuo; un control difícil de reconocer, ya que el contenido y el mediador aparecen simultáneamente. O explica cómo la televisión contribuye a la socialización mediante la construcción de modelos, por lo que deja de limitarse a ser un reflejo del mundo para constituirse en un modelo en sí misma.
La aparición de la Televisión Digital Terrestre (TDT) y el “apagón analógico”, han cambiado el tipo de espectador, ya que este puede, por ejemplo elaborar su propia programación. Pero, también ha dado lugar a una falta de pluralidad informativa y de variedad de formatos para asegurarse el éxito.
Al aparato de televisión se han unido además nuevos dispositivos como teléfonos móviles o tablets: la implicación que establece el espectador con el contenido mediante estos nuevos medios incrementa. De ser un acto en familia, ha pasado a ser un acto íntimo que puede hacerse solo.
La televisión, además, ha convertido al hombre en un homo videns (término de Giovani Sartori) que se centra en la percepción de los sentidos y acaba con la capacidad de comprensión. Las personas más acostumbradas a este mundo de lo visual que al de lo conceptual son menos críticas, creen lo que ven y se dejan arrastrar por la opinión pública mayoritaria.
Como afirma Lolo Rico:

“La sociedad en que vivimos no es algo abstracto e inconcreto; hay quien la maneja y gobierna a medida de tiranías económicas que impiden hacerlo en aras de un mundo más limpio y hermoso. Esta es la razón por la que se impide que los niños y jóvenes desnaturalicen la realidad en la que viven y, menos todavía, que se genere en ellos la idea de mejorarla; para que todo permanezca igual es necesario, diría que imprescindible, que la personalidad no se desarrolle, que el ser humano no se conozca sino en el espejo del televisor y que se acepte pasivamente el mundo que se construye en otra parte sin nuestro consentimiento”.
La televisión representa una realidad falsa y limitada (García, L.). Este mundo es compartido de manera masiva por los telespectadores adictos (entre los que se encuentran niños y jóvenes), que lo reciben pasivamente y lo usan como nexo entre ellos, sin otras referencias que lo contrarresten o equilibren.
Los aspectos desfavorables de la televisión superan en número a los favorables (que los hay). El peor aspecto de este medio de comunicación son los mensajes y valores más recurrentes que reciben los jóvenes desde programas especialmente dirigidos a ellos, como por ejemplo: el culto a la belleza, al cuerpo y a la eterna juventud, mercantilización del sexo y de la violencia, sexismo, trivialización de la muerte, consumo, competitividad, individualismo, fama, éxito sin esfuerzos, tiranía de la moda y del dinero, alineación o empobrecimiento del vocabulario y de la expresión oral.
El nuevo tipo de televidente con el que elucubraron Castells y Borafull en 2002 ya es una realidad: el que escoge sus propios programas en sus propios dispositivos. Este hecho acentúa el “antivalor” de la individualidad, ya que puede que en una misma familia cada miembro cuente con su propia pantalla que consuma a solas.
Si anteriormente, la disposición de padres, hijos y hermanos era de “contacto lateral” (estaban hombro con hombro, pero no se veían las caras), ahora ni siquiera comparten la misma habitación, ni dirigen sus miradas hacia el mismo foco. El modelo tradicional de ver la televisión no se ha extinguido, pero se combina con la existencia de aparatos individuales que aíslan al televidente y lo dejan solo ante la pantalla.

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