Artículo de opinión elaborado por JUAN VENTOSA (@ventosajuan en Twitter),
alumno de 4.º ESO C
Uno de los más nocivos y vergonzosos males de la
historia de la existencia humana es el machismo; aquel estado, no solo dentro
de una pareja o de una familia, sino también dentro de una sociedad, en el que la
mujer se ve oprimida y privada de llevar una vida digna por el hombre. Esto, no
solo no ha desaparecido del comportamiento humano en nuestros días, sino que
todavía es un elemento predominante y hegemónico en nuestra civilización.
Si bien el patriarcado nace en el Neolítico, de la
mano de la primera división del trabajo, donde el hombre atendía a los rebaños
mientras que la mujer realizaba las tareas domésticas; si bien en esa época,
las gens (o familias) se empezaron a
organizar en torno al hombre, las sociedades esclavistas de Grecia y Roma ya
eran totalmente dominadas por los varones. El feudalismo no se quedó atrás y en
los inicios del periodo industrial, hasta mediados del siglo XIX, esta seguía
siendo la regla que ordenaba el funcionamiento de las diversas comunidades.
Hasta este punto, creo conveniente señalar que el movimiento feminista era
paupérrimo y sin influencia alguna para provocar un cambio en la organización social.
No estaba mal visto dominar y esclavizar a las mujeres, era lo usual, lo mismo
que no estaba mal considerada la esclavitud en el siglo XVII. Sin embargo,
coincidiendo con el auge del movimiento obrero, se empieza a desarrollar un
movimiento feminista potente, que consigue, entre otras cosas, el sufragio
femenino. A partir de ahí se ve claramente como el movimiento ha ido ganando
tal fuerza, que hoy en día el machismo está “mal visto” por la opinión pública
y no es socialmente aceptado, lo cual ya es un logro. Mas no hay que caer en el
engaño de creer que con esto ya se ha puesto fin a esta lacra.
Estoy seguro de que la gran mayoría de las personas
integrantes de la sociedad occidental no se considera machista, pero lo es, y
no por elección propia libre de cualquier manipulación. Incluso las mujeres
también lo son, para qué vamos a engañarnos. Conozco a muy pocas que de verdad
tengan un comportamiento orientado hacia la igualdad.
Desde pequeños, nos enseñan y nos inculcan, de una
forma más o menos subliminal, un sistema de vida en el que claramente mandan
los hombres (los asesinatos son solo la punta del iceberg), hay un aparato
social que comanda esta situación.
A las mujeres, desde que nacen, y conforme van
entrando en la adolescencia, les meten en la cabeza aquello de que deben ser como princesas: deben ser débiles, no
deben protestar, no pueden levantar la voz, no deben decir tacos, tienen que
jugar con muñecas, no deben escuchar cierto tipo de música, deben estar siempre
en perfecto estado de belleza, deben obedecer a los hombres, etc. Parece que
nacen para servir a un varón. Con esto lo único que se consigue es fabricar una
sociedad donde las mujeres son propiedad y objeto de los hombres, sin poder
rebelarse contra ello. No me atrevería a decir que las princesas (al igual que
los príncipes) deberían estar en las guillotinas, pero lo que saco en claro es
que necesitamos mujeres que se opongan a los hombres y que no se dejen dominar:
mujeres íntegras.
¿A qué niña no le han regalado la mítica “cocinita” de
pequeña? ¿Por qué a los niños no? No nos sorprendamos, por ende, que gran
cantidad de mujeres crean que deben ocuparse ellas de la cocina. En la televisión es todo igual, se construye una
imagen pésima de la mujer, tanto en la publicidad como en los programas. La
gente, en su grado supino de estupidez e ignorancia, asimila esto de una manera
en que las mujeres se transforman en un objeto, en mercancía para los hombres.
La religión no se queda atrás: dicta y predica una
completa servidumbre por parte del sexo femenino; lo peor de todo esto es que
la fe ciega (o la ignorancia, según se vea) de muchas, les impone unas férreas
cadenas de las que no pueden liberarse.
Luego está el caso de aquellas que, en sus relaciones
de pareja, reniegan de su libertad y se hacen esclavas de su compañero;
aquellas que se creen que su función en la relación es mantener feliz al
hombre. Esto lo promueve la sociedad día a día, y solo unas pocas consiguen
escapar de estos vínculos machistas; lo triste es que quien lo hace es tildada
de “antisistema”, “feminazi”, “perroflauta”, etc.
Podría poner muchos más ejemplos, pero me detendré en
algo que me llama mucho la atención: la ley no escrita que ordena que las
chicas deben ser más jóvenes que sus parejas. No hay nada más insensato, pero a
la vez más racional: los hombres deben ser mayores para tener más facilidades
en el dominio de las mujeres, y a su vez, fortalecer una relación
sadomasoquista donde la fémina se deja dominar y chupar la sangre (aquello que
llaman amor).
Sin embargo, los hombres lideran la clasificación en
cuestión de sexismo: son penosos todos aquellos que hablan de mujeres
tratándolas como trozos de carne que deben atrapar, todos aquellos que
deshumanizan el sexo femenino. Aquella gente que se dedica a hablar “de culos”
es un cáncer para el progreso de la civilización, mientras vean a la mujer como
un objeto sexual jamás podrán ponerse a su nivel para lograr la igualdad.
Considero que existe una solución muy sencilla y
efectiva al machismo, la cual radica en un cambio drástico de la educación, así
como un cambio en los aspectos públicos en los que se exhibe y se practica esta
situación (tales como la publicidad, la televisión, los cargos públicos y
privados, la Iglesia…). Pero como esto, por lo menos mientras sigamos dentro de
este régimen dominado por la estupidez y la ignorancia, no va a pasar (porque
los que mandan no tienen necesidad de cambiar nada), el cambio debe venir desde
nosotros y nosotras. Creo que predicar con el ejemplo es algo indispensable
para concienciar a la gente. Conozco a muchas chicas que, aun queriendo modificar
esta situación, desarrollan en su vida cotidiana una actitud totalmente
machista. Creo que no basta con subir una foto a Twitter el 8 de marzo y luego
el resto del año seguir denigrándose de la manera en que lo hacen. Y lo mismo
ocurre con los hombres, aquellos que se creen que el feminismo es cosa de
mujeres tienen un grave problema. En definitiva, diré que tenemos en nuestra
mano la opción de cambiar las cosas y debemos ejercerla. Si no lo hacemos
nosotros, los que mandan no lo van a hacer.
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