martes, 28 de noviembre de 2017

"Momo", reseña de la obra teatral de Jana Linares (1º ESO C)

El miércoles 15 de octubre, los alumnos y alumnas de 1º ESO, junto a las profesoras de Lengua, fuimos al Palacio de Festivales a ver una obra de teatro titulada “Momo”. Como el teatro estaba cerca de nuestro instituto, fuimos andando. Las profesoras tuvieron la genial idea de salir del instituto una hora antes, para llegar allí media hora antes y así poder sentarnos en las primeras filas. Salimos del centro y nos dirigimos hacia el teatro. Estábamos ansiosos de saber cómo sería la obra, pues habíamos hablado de ella en clase y nos había parecido de lo más curiosa. Cuando llegamos allí, nos sorprendimos un poco, pues ya había algún instituto esperando para entrar por la puerta, pero no nos supuso ningún problema, ya que cogimos muy buen sitio.

Ya esperando en la cola, miramos por la puerta y había una especie de guardias, vestidos de gris y con los pómulos supermercados con maquillaje gris oscuro. Estaban muy serios, incluso se podría decir que estaban un poco furiosos. Nos imaginamos que serían las personas grises, de las que habíamos hablado en clase cuando investigamos sobre la historia de Momo.

Grupo teatral del IES Las Canteras de Collado Villalba,
que representó la obra "Momo".
Una vez dentro de la sala, mientras todos los institutos que iban a ver la representación con nosotros se colocaban y mientras los actores y actrices se preparaban, nosotros hablamos con nuestros compañeros y nos reencontramos con algunos de nuestros excompañeros de primaria. Las luces se empezaron a apagar y los profesores nos mandaron callar, pues comenzaba la obra. En la esquina izquierda del escenario, dos chicas, una vestida de negro y otra de blanco, con un libro gigante a sus espaldas, se pusieron a contar lo que sería el comienzo de la historia de Momo. Decían que Momo era una niña que vivía sola en una de las salas del anfiteatro. Ella tenía dos buenos amigos, Beppo el barrendero y Gigi, Gigi Cicerone.

Pero también nos fijamos en que al otro lado del escenario, había una especie de rey sentado en su trono, con una pecera llena de arena, que no teníamos ni idea de qué podía significar, pero, como en clase habíamos hablado de la obra, y, con ello hablamos de los hombres grises que robaban el tiempo a las personas, nos imaginamos que podría representar un reloj de arena. Este rey tenía una chica al lado suyo, pero no nos imaginábamos quién podría ser.


De repente, en medio del escenario aparece una niña, con una gran chaqueta con muchos bolsillos. Era Momo, que se dirigía hacia el barrendero Beppo. Los dos amigos se preguntaron que qué tal estaban, y después de esto, Momo se fue a jugar, como normalmente, sola, pero eso era lo que ella se creía, porque se encontró con Gigi y estas se pusieron a conversar, cuando, de repente, todos los vecinos de por allí aparecieron por el escenario cantando, unas veces más alto y otras más bajo “La, la, la, la”. Y así, repetidas veces. Supusimos que esto sería una manera simbólica de que iban hablando. Le preguntaron que quién era, que cómo se llamaba, con quién y dónde vivía… Esta respondió que era una niña que se llamaba Momo, que vivía sola en el anfiteatro, pero su característica más importante, que la mencionan un poco después, es que a Momo se le daba genial escuchar. Los vecinos volvieron a su conversación de “La, la, la, la”, y le propusieron a Momo que se quedase a vivir con ellos, pero ella no aceptó. Entonces llegaron al acuerdo de que algunos días de la semana quedarían en aquel mismo lugar para hacerla compañía y que no estuviese sola. Y así se hizo durante un rato de la obra.

Todos los personajes del escenario estaban felices, hasta que una de las vecinas, una mañana de trabajo como otra cualquiera, fue a su peluquería a hacer sus preciosos peinado acompañada de su madre anciana. Esta no estaba muy bien pese a los años que tenía. De repente, a los lados de los pasillos aparecieron las personas grises, que eran las que habíamos visto a la entrada del teatro. Tenían unas linternas que encendían y apagaban constante y seguidamente, que simbolizaban sus baterías. Si estas se apagaban, aquella persona gris de la que fuese, se quedaría si energía y caería como en una especie de sueño profundo. Esto nos lo contaron las chicas que eran las narradoras de la historia. El rey que estaba en una esquina, con ayuda de su compañera, tiraba un poco de arena al suelo, simbolizando el tiempo que transcurría.

Las personas grises se pusieron a hablar con la peluquera. Le decían que tenía que ahorrar más tiempo, que tenía que cambiar de oficio y llevar a su madre a una residencia. La pobre peluquera estaba asustada y su madre incluso más que ella. Esta preguntó qué haría con el tiempo que la sobrase. Las personas grises no le respondieron, pues su propósito era robarle el tiempo que le sobrase. Por desgracia, la convencieron. Esta cambió de oficio a uno que le diese más tiempo libre, llevó a su pobre madre a una residencia, y dejó de ir a las reuniones vecinales en las que estaba Momo.

Días más tarde, una pareja de vecinos que tenía un bar también recibió la visita de los hombres grises. La mujer quería hacer reformas, decía:”Esto lo quiero  poner aquí, estos lo quiero quitar de allí, esto no quiero…”, pero el su marido no estaba de acuerdo. A él le gustaba como estaba. Por lo tanto, se pusieron a discutir. Entonces llegaron los hombres grises que, también, como a la peluquera, les convencieron de cambiar ese trabajo que tanto tiempo les ocupaba por otro que les ocupase muy poco tiempo. Todo el tiempo sobrante se lo quedarían las personas grises. Hicieron esto con todas las personas adultas, menos con Gigi y con Beppo, pero el tiempo y la arena del rey se iban agotando.

Cuando llegó una de las reuniones con Momo, solo fueron niños, Gigi, Beppo y ella. Se preguntaron lo que habría que hacer para recuperar a los demás. En ese momento, pusieron unos focos de luz y todo oscureció, con una lona al fondo del escenario, y los actores empezaron a acercarse y a alejarse de los focos, simbolizando todo el tiempo que trascurría, por lo tanto, el rey seguía echando arena.

Las personas grises fueron a robarle el tiempo a Momo. Le dijeron lo mismo que le habían dicho a todo el mundo, pero es que ellos no sabían que a Momo se le daba de fábula escuchar a los demás, y a cada cosa que le decían, esta respondía:”¿Y por qué?”. Al final, una mujer gris acabo contándole su verdadero propósito, su necesidad de batería para poder vivir, etc... De repente, esa mujer se empezó a volver loca, (por cierto, la actriz era muy buena interpretando) y las personas grises se la llevaron.
Se llevó a cabo un juicio para definir cuál sería el castigo para ella. La decisión de las personas grises fue la pena del sueño profundo, así que le desconectaron la batería y la condenada cayó al suelo.

Lo que las personas grises no sabían era que justo unos instantes después de que dejasen a Momo sola, la tortuga del rey, Casiopea, había encontrado a la niña y se disponía a llevarla donde el rey del tiempo, que seguía tirando arena, y que había ideado un plan para acabar con las personas grises.

Sin embargo, estas personas pudieron seguir a Momo, llegar hasta el rey del tiempo e intentar escuchar el plan. El plan consistía en que el rey iba a parar el tiempo y con ello solo se podrían mover las personas grises, la tortuga, él mismo y Momo, que llevaría una flor especial que le permitiría moverse a pesar de que el tiempo se parase. Casiopea y Momo tendrían que seguir a las personas grises hasta su guarida, y allí esperar a que se les acabase la batería, pues éstas se recargaban con el tiempo que robaban a los humanos. Como el rey había parado el tiempo, éste no podría ser robado.

Mientras tanto, Beppo no encontraba a Momo y fue a avisar a la policía de todo lo ocurrido, pero no la creyeron y la trataron como a una loca.

La conversación de Momo y el rey no podía ser oída por las personas grises y entonces se marcharon y Momo y Casiopea les siguieron hasta su guarida. Allí se escondieron y esperaron a que los hombres grises tuviesen poca energía y estuviesen débiles para poder quitarles fácilmente las baterías. Cada vez que quitaba una batería, las personas grises la pedían clemencia, pero ella pensaba que no se la merecían. Uno a uno, se las iba apagando y las iba dejando en una especie de círculo que había allí. Una vez que hubo acabado con los hombres grises, de lo cansada que estaba, Momo se echó a dormir.

Cuando despertó, todo había vuelto a la normalidad. Sus amigos los niños seguían jugando a la palmitas, Beppo seguía barriendo las calles a su manera, Gigi seguía contando sus historias inventadas, sus vecinos adultos seguían charlando como siempre… todos normal.

Momo se unió a ellos y, en el momento en el que el rey, con ayuda de Casiopea, dio la vuelta a la pecera llena de arena, y justo en ese momento, como se quedaron sin tiempo, acabó la obra y toda la sala se oscureció. Después se volvió a encender y fue cuando todos los personajes de la obra salieron a saludar. Todo el público aplaudimos y fuimos saliendo en orden por institutos. Ya en la calle, como salíamos un poco amontonados todos los institutos, una pequeña parte del nuestro se confundió de grupo, pero unos minutos después de seguirles, nos dimos cuenta de que ese no era nuestro instituto y echamos a correr hacia nuestras profesoras.


Después de un pequeño rato de descanso nos pusieron en filas y regresamos al instituto.

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