MODALIDAD NARRATIVA
NIVEL 1
Primer Premio: Talía Peña (1º ESO B)
Bela es una mujer de 36 años. Es de mediana estatura, indefensa y de voz
aguda. Tiene la cara castigada, frente amplia, ojos soñadores, nariz chata,
boca fina, cuello corto, labios carnosos, cabello desordenado y piernas flacas.
Bela se deja llevar por su marido, José.
José tiene un carácter fuerte. Es un hombre de 39 años. Él manipula mucho a Bela.
José y Bela se pelean frecuentemente frente a sus tres hijos, pero hay un
pequeño problema... Bela no lo quiere dejar, lo defiende mucho, mejor dicho, lo
protege. Ella ha perdido todo el apoyo de su familia por un hombre que no vale
la pena, ya que la maltrata, la insulta y le grita.
Un día normal, común y corriente, José vuelve
molesto del trabajo porque ha tenido problemas por llegar borracho a la empresa
y paga toda su rabia con Bela, que no tiene nada que ver con esto.
Sus hijos la critican, la desprecian, le
dicen que es mala madre. Ella no sabe que los está perdiendo poco a poco. Bela
llora todas las noches tratando de buscar una respuesta, quiere sacar los
gusanos que le rompen el alma y que la hacen llorar. Pero no puede. Ella guarda
una culpa profunda que no quiere dejar salir, que no quiere dejar volar.
Cuando su hermano murió, su padre sufrió
mucho y todo lo percibió ella. Tenía un padre frío y vacío. No quería decir que
fuese un mal padre, pero pensaba que podría haber sido mejor. Tuvieron muchos
problemas y diferencias cuando ella era joven, por tener el mismo carácter. Con
el tiempo aprendió que los padres van cambiando. Cuando aprendió eso de la vida,
con ensayos y errores, su padre ya había fallecido. Se quedó con muchas cosas
por saber, como por qué no estaba disfrutando del padre que deseaba tener.
Por esas cosas ella no quiere dejar a su
marido. Dice que no quiere que sus hijos odien a su padre o le guarden rencor.
Ella quiere que sus hijos hagan lo que ella no hizo con su papá, quiere que sus
hijos sientan ese amor de padre que ella no tuvo. Pero no es fácil…
Segundo Premio: Ángel Latorre (2º ESO
A)
“El caballero de Theodore”
Hace muchos años, en un
país en el que no existía la paz, vivía un joven aprendiz de guerrero que
habitaba en la aldea de los Goros. Se llamaba Sir Numancia, pero todos le
conocían como Sergio Numer.
Sergio Numer siempre tuvo un sueño:
enfrentarse a los mayores peligros que amenazarían a su país, Theodore. Un día
de invierno, cuando todo el mundo iba al mercado a comprar la cena de
Nochebuena, su padre le propuso un trato.
-Sergio, prometo enseñarte a pelear
como un caballero de verdad y no como crees hacer tú, pero a cambio te pido que
cuides de mí. No me quedan muchas semanas de vida.
-Sí, padre. No dudes de ello. ¿Podemos
empezar?- contestó Sergio.
Su padre afirmó con la cabeza y fueron
ambos al patio de entrenamiento. Le enseñó varias lecciones antes de pelear
contra él.
-Lo primero que debes saber, es que la
defensa es el mejor ataque. Tus rivales irán a por ti ansiosos de matar. Alza
tu escudo o tu arma, y contraataca. Lo segundo, es que no debes despistarte
nunca. Si tienes dos oponentes, enfréntate a los dos, y tampoco te centres en
matar a uno y después al otro, porque al segundo rival le dará tiempo a
atacarte, sino que debes aturdir a uno y golpear al segundo. Y tercero, nunca
tengas piedad ante un asesino, un caballero del bando contrario o cualquier
otro ser que te desafíe a muerte. ¿Entendido?
-Sí, padre. Estoy listo para poner en
práctica estos consejos.
Los dos entraron en un combate de
entrenamiento al cual solo el padre de Sergio Numer podía poner fin.
Años después, Sir Numancia estaba
dentro de un ejército, pues le había prometido a su valiente padre que nunca
abandonaría a su pueblo, pero no pudo aguantar muchas guerras con las escasas
lecciones que recibió de él.
Cuando estaba en la bancarrota,
decidió ir de aventuras por su cuenta, sin escuderos ni siervos que le
acompañasen, y así conseguir dinero a cambio de capturar bandidos.
Pero un día, un robusto guerrero con
una espada larga y afilada, y un escudo de acero inoxidable se cruzó en su
camino.
-¡Sir Numancia! ¡Demuestra ser un
hombre valiente y fiero como me han dicho! ¡A un duelo a muerte te reto yo, con
mi espada que ansía cortar cabezas!- le desafió el guerrero.
-¿Tú, Sir Vincent de Lunasia, me estás
retando a un duelo? ¡Eres el hombre más buscado del país! ¡Me pagarán mucho por
tu cabeza!
-¡Pues ven a por mí, si eres caballero,
y huye si no tienes agallas!
Los dos entraron en un duelo a muerte
que cada vez se ponía más interesante. Sir Numancia perdió una mano tras el
fiero corte de la sanguinaria espada del Guerrero de la Muerte, pero no podía
rendirse. Tiró su escudo y decidió pelear solo con su martillo manchado con la
sangre de todos sus rivales caídos.
Con fiereza se oyeron armas chocar, mas
uno de los dos por los suelos acabó.
-¡Ríndete, Sir Numancia!- amenazó
Vincent Bonaparte poniendo su espada en el cuello de Sergio.
-¡Jamás!- exclamó este, con valor y
seguridad de que ganaría el combate.
-¡Pues muere ahora, y que tu alma suba
a los cielos, donde Dios te acoja por tu valentía!
-¡No si yo te desgarro antes!
Sir Numancia, aún tirado por los
suelos con una espada ante su garganta, agarró fuerte su martillo y derribó a
Vincent con un fuerte y devastador golpe en la pierna.
El guerrero más buscado de Theodore
fue entregado ante el rey del país.
-¡Hora de enviar su diabólica alma al
infierno ante Satanás!- exclamó Lord Markus de Theodore, levantándose de su
trono.
Vincent fue llevado a la guillotina, y
la cuchilla desgarró su cuello, saltando la cabeza del guerrero por los aires,
entre la multitud de gente que quería contemplar la merecida muerte del
asesino.
Horas después, Sir Numancia fue ante
el rey del país, y así recibir su recompensa.
-Sir
Numancia de Theodore, no solo has recibido una cantidad elevada de oro, sino
que has vengado a todos tus camaradas caídos, ejecutados por Sir Vincent de
Lunasia, a niños inocentes y a más afectados por los crímenes del guerrero. Has
demostrado tu valentía y tu astucia y le has prestado un gran servicio al país.
Por la presente, en honor a Dios, Jesús y al Espíritu Santo, te declaro
caballero líder del Ejército Real de Theodore. Que el Señor te bendiga, Sergio
Numer.
Y
esta es la historia de nuestro caballero, que falleció salvando a su pueblo en
la Guerra de los Tres Imperios, sucedida treinta y siete años después de su
triunfo, pero que siempre será recordado hasta el fin de Theodore.
NIVEL 2
Primer Premio: Sabrina Pandolfo
(1º Bachillerato D)
“Desahogo de jueves por
la noche”
No me gusta llorar, pero de vez en cuando está bien sentir
cómo ese cúmulo de sentimientos que han estado dentro de ti, recorren tu cuerpo
hasta salir en forma de lágrima, una tras otra.
Los jueves son días difíciles para mí. La semana aún no acaba
y cada día que pasa me vuelvo más loca. Hace días que descubrí que era probable
que tuviese una especie de trastorno neurológico – yo estoy convencida de ello
–. No es nada grave, sólo se me hace difícil tolerar ciertos sonidos que hace
la gente. Por eso suelo estar de mal humor. En mi casa siempre dicen que tengo
muy mal carácter, pero eso es porque no me entienden.
Me gusta dormir mucho, también me gusta leer libros – sobre
todo de fantasía – pero lo que más me gusta es el silencio.
El silencio calma mi yo interior, es como una especie de té o
de valeriana, o quizás una combinación de ambas –seguro que no está nada mal–.
El silencio me ha ayudado a abordar todo este tema de la locura –así lo llamo
yo, hay que darle un poco de gracia a todo esto–. Cuando siento que me empieza
a faltar la respiración y que mi corazón empieza a latir cada vez más rápido me
refugio en el silencio, que siempre logra calmarme. La primera vez que
experimenté este extraño ataque de pánico me sentí totalmente indefensa ante el
mundo, ese sonido terrorífico, que se abalanzaba sobre mí como un feroz león
hambriento me hacía ver cómo la habitación en la que me encontraba giraba a mi
alrededor mientras todo se iba oscureciendo hasta sucumbirme ante los brazos
del silencio.
Quizás por eso llamé a esta nota jueves de desahogo. Porque
ese león hambriento sigue persiguiéndome y todavía no me dan cita con el
psiquiatra. La verdad es que me gustaría saber por qué me persigue a mí y no a
otros, o si todos tenemos nuestro propio león que se manifiesta de formas
diferentes. En fin, no sé qué es lo que quiere ni por qué no se va.
Segundo Premio: Ferdaous Ouazzani
“Destino”
En verdad ya habían transcurrido los suficientes años como
para que esa cicatriz hubiese curado, pero no fue así, hay algunas que nunca
sanan, que te acaban marcando de por vida como si del primer amor se tratase.
Hay veces que se ocultan cosas por miedo, vergüenza, temor al
qué dirán, al odio ajeno o incluso al odio propio.
Ella era una niña más en aquel barrio de Tánger, donde las
calles eran laberintos y de ti dependía caer en la boca del lobo o salir ilesa.
Era Ramadán, uno de los meses más sagrados para los
musulmanes. Ya se acercaba la hora de romper el ayuno, eran casi las nueve de
la tarde y poco a poco se veía a lo lejos, en el horizonte, cómo el sol se iba
escondiendo entre casas y mezquitas.
Como cada día, su abuela la mandaba a comprar dulces como
recompensa del esfuerzo o básicamente por el mero hecho de hacerla sentir una
campeona dándole a entender que estar dieciséis horas sin comer ni beber era
algo básico en la vida, que ella podía afrontar obstáculos más difíciles.
Salió corriendo y sin mirar atrás, pero esta vez quería
buscar nuevos atajos. Se adentró por un mini centro comercial y subió las
escaleras de par en par, quedándose sin aliento hasta llegar a la primera
planta, donde se encontró rodeada de almacenes abandonados y cerrados. Buscó
desesperadamente la salida, pero no hubo manera de encontrarla.
A lo lejos, escuchó una voz grave y profunda y se le
iluminaron los ojos al pensar que esa podría ser su salvación.
Su hablar era torpe, no dominada bien el árabe, pero al
tratarse de un viejo amigo de su papá pensó que este la ayudaría. A medida que
se acercaba a ella, notaba cómo en su rostro se dibujaba una maliciosa sonrisa,
de esas que te dan a entender que lo des todo por perdido.
Intentó correr, intentó gritar, lo intentó todo, pero ¿para
qué, si no le sirvió de nada?
Le tapó la boca arrastrándola a uno de esos mugrosos
almacenes y la tiró con la intención de marcar su infancia sin compasión ni
lástima.
A día de hoy ella todavía se pregunta de dónde sacó las
fuerzas para salir corriendo ilesa de entre los brazos de aquel hombre, aunque,
pensándolo bien, cualquiera es capaz de cualquier cosa si las circunstancias
encajan. Ella no fue capaz más que de volver a casa, entrar al baño y
encerrarse intentando limpiar su cuerpo, pero lógicamente, a sus doce años era
incapaz de comprender que por mucho que frotase, eso la iba a acompañar de por
vida en su mente.
En estado de shock y perdida sin rumbo, se sentía encerrada
hasta en su propia habitación. No hablaba, pero intentaba pasar desapercibida
como siempre, simplemente con el fin de no dar explicaciones, porque sabía que
en ese país ni aun llorando lágrimas de sangre la creerían. Al fin y al cabo,
era una mujer y allí las mujeres no tienen ni voz ni voto. Sabía que la única respuesta
alta y clara que podría recibir sería un “A lo mejor fuiste tú quien le
provocó”.
Se marchó, lejos, intentando empezar una vida en un país
justo, donde hablar no conllevaba castigo, donde su felicidad dependía de ella
y no de que otros la decidan por ella.
A día de hoy, transcurridos ocho años, sigue sin querer volver
a pisar esa ciudad, intentando día tras día consolarse en el presente con el
objetivo de olvidar el pasado. Lo intenta, cada día que se despierta lo intenta,
cada día que echa de menos a su abuela lo vuelve a intentar. Pero la imagen de
él, de aquel hombre que cuando visitaba a su papá por temas de no sé qué
negocios le traía los dulces que tanto le encantaban y que de repente odia, esa
sucia imagen le nubla la vista y borra automáticamente el deseo de volver a su
país materno.
No te resistas, no te adelantes, acéptalo y continúa, porque
lo único que puedes hacer es confiar y refugiarte en el tiempo.
MODALIDAD: POESÍA
NIVEL 1
Primer Premio: Héctor
López (1º ESO B)
Yo amo a la
playa
y amo su
amanecer,
porque
despierta mi alegría
al ver el
sol nacer.
Me gusta ir
todos los días
y su brisa
respirar,
oír el
sonido de las olas
y a las
gaviotas volar.
El sol al
amanecer
es una luz
saliendo del mar,
al
acariciarme sus rayos
me vuelvo a
calmar.
Pareciera
que las olas
fueran nubes
en el mar,
y las dunas
de arena
fueran
sitios para llorar.
Segundo Premio: Georgina
Fernández (1º ESO C)
El mar, que con
sus olas
nos deslumbra,
cuya belleza nos
confunde,
qué tranquilidad
inspira...
El mar es un
navío,
que arrastra
amor.
Arrasa y arrasa
con la arena y la
playa,
tanto que mi
corazón
partido dejó.
Oh buen mar, oh
injusto mar,
oh perverso
mar...
El mar es la
pica,
el martillo, que
actúan
hasta destrozar
la roca,
dejando un
desorden
de sentimientos
que pronto
se esfumarán
dejando
un gran vacío
atrás
que el mar rellenará.
Oh alegre mar,
oh triste mar,
oh confuso mar…
NIVEL 2
Segundo Premio: Marco
Rebanal (1º Bachillerato B)
Rebeca Méndez de Ítaca
- Penélope: ¿Qué espero aquí?
- Él: Suele pasar,
cuando sucede,
cuando me falta el aire,
o me sobran cinco minutos de arena.
- Penélope: ¿Dónde te busco?
- Él: Me acerco a una isla,
se asemeja a un pequeño cuadrado,
donde se baten la olas.
- Penélope: ¿Qué dice el faro?
- Él: En medio de esta se alza un esqueleto
que alumbraba el océano mostrando el conocimiento.
- Penélope: ¿Olvidaste mi cuerpo?
- Él: Una sirena varada en el ombligo,
reflejaba el brillo del mar que no existe.
- Penélope: ¿Es la noche el puerto del día?
- Él: La esperanza es una nueva ola,
que rompe sobre el barco.
El mástil desgarra la oscuridad de la tormenta
como un puñal rasga la tela.
- Penélope: ¿Dónde está la vida que no he vivido?
- Él: El ancla busca en el fondo una verdad que no pese.
- Penélope: ¿Por qué espero sin esperanza?
- Él: Tengo miedo al sueño de los cíclopes.
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