miércoles, 21 de octubre de 2015

Verdades y realidades, o la certeza de la incertidumbre

Ensayo filosófico de DAVID PEÑA, 2.º Bach A (@HeraXross)

Podría dar comienzo a esta reflexión con una pregunta del estilo de "¿Qué es la verdad?" o "¿Es verdad todo lo que vemos?".

Pero no trataré de responder a ninguna pregunta concreta, porque, y aquí viene la mejor forma de hablar de este tema, la primera verdad es que nada es verdad. Esta afirmación es contradictoria consigo misma, el hecho de que eso sea verdad indica que hay verdades y, de no ser verdad, habría verdades también. Habría que reformar esta afirmación, decir que la primera verdad es que no hay verdades absolutas.

Ciñéndonos a autores clásicos podemos encontrar ya esta conceptualización de lo que es verdad y lo que no. El padre del nihilismo, Gorgias de Sicilia, decía así: "Nada existe: si algo existiera, no lo podríamos conocer y, si se pudiera conocer, no podríamos comunicarlo". Esto se traduce en lo que conocemos como apariencias y realidades: toda realidad la percibimos a través de una apariencia. Lo que vemos, escuchamos, olemos, tocamos y saboreamos, todo ello es una apariencia de lo real, de lo intrínseco, de lo que es, lo natural. Hay que hacer especial hincapié en este concepto: lo que es, lo natural, que son lo que conseguimos conocer gracias a la ciencia, a las leyes de la naturaleza, y aquí viene la segunda verdad: nada es constante salvo las leyes de la naturaleza.

Esto significa que la gravedad, la velocidad de la luz, del sonido, la física, y en menor medida la química, siempre son y serán iguales. Perfectamente se puede poner el, para algunos famoso, ejemplo de la tiza: Si yo cojo una tiza, la sostengo con mi mano a la altura de mi pecho, y la suelto, ¿qué ocurriría? De un millón de intentos, todos acabarán en la tiza cayendo al suelo, porque es la ley de la gravedad, es inamovible e inquebrantable, es una verdad absoluta. Porque la verdad se puede relacionar con la realidad, aunque hay que atenerse a una realidad pura y simplificada, sin apariencias ni sentido, ocurre lo que ocurre porque ocurre. Algunos dirán que un dios ha decidido que la tiza esté condenada a caer eternamente, la Prometiza; otros pensarán que es el karma de la tiza, que la tiza se ha ganado caer por haberse elevado en un principio. Pero la realidad es que la tiza cae, y siempre cae, y que podamos explicarlo o no no quita validez a la realidad. Porque como decía Parménides de Elea: "El Ser es, y el No Ser no es".

Esto puede resultar obvio en un primer lugar, pero resulta que, aunque puede que esta no fuese la intencionalidad de Parménides, hay cosas que son, que ocurren indudablemente, y cosas que, por imposibilidad de conseguir una explicación científica, no son, es decir, no existen en cuanto a nosotros nos respecta, porque lo que no conocemos es lo que no existe en nuestra realidad, en nuestro conjunto de apariencias. Un árbol que cae y no hay nadie para escucharlo, hará ruido, porque el árbol existe físicamente y va a producir ruido haya alguien o no, pero como nadie está para escucharlo, nadie sabe que ha ocurrido, eso es, que no existe.

Podremos decir que los números también son verdades absolutas, o que son constantes, que siempre dan el mismo resultado. Que estos números siempre den lo mismo, tiene en parte su lógica, ya que son un método de representar entidades o unidades de la realidad, de lo que sabemos que siempre es verdad. Pero los números son una concepción humana, un idioma que designa conjuntos, que permite sumar, restar, dividir, y que sigue una serie de normas invariables, por esto la ley de la gravedad, o la velocidad, o cualquier otra fórmula. Y aunque invariables, existirá la persona, o el humano intento barato de desbaratar lo obvio, al que una manzana y otra manzana le dan tres manzanas. Una probabilidad es que no sepa hacer matemáticas, que no sepa aplicar las normas inquebrantables, o puede que en su realidad, dos manzanas dan tres manzanas, y a lo mejor él tiene más razón que ninguno de nosotros.

Esto puede ser todavía contradictorio. Habrá algún ente maléfico, que solo busca aprovecharse de la buena fe de estas afirmaciones para sacar su beneficio, que dirá algo del estilo: "Pero si permites que un hombre diga que 1 + 1 es 3, entonces, ¿por qué en un examen se lo tacharán como incorrecto?". Sentido común, señores, que es el menos común de los sentidos. Una sociedad, o mismamente una sola persona, no puede sostenerse de nada con nada, necesita que determinadas cosas sean ciertas, que, aunque esté ligeramente equivocado o enteramente equivocado, pueda mantener una vida sabiendo que todo lo que le rodea está en su control, evitar dejar todo a manos del azar y ser completamente ignorantes, que es lo que se hace cuando no se logra explicar algo, dejárselo a fuerzas mayores que también son inexplicables, para que al menos, sea obra del karma, de Zeus, o del noticiario, que mañana llueva y te arruine el día de playa.

Todo esto podría anexionarlo al tema del destino, que depende ampliamente de la verdad, pero por hoy espero haberos dejado con la incógnita, porque yo no soy quién para responder con dogmas a preguntas como: ¿Es verdad todo lo que veo? ¿Quién soy y de dónde vengo? ¿Mañana va a granizar? ¿Es una verdad absoluta que las vitaminas se marchan del zumo si no te lo tomas a la constante velocidad de la luz? Es trabajo vuestro, lectores, preguntaros a vosotros mismos, reflexionad sobre esto si creéis que merece la pena o vivid en la tranquilidad de no querer conocer la cruel verdad.


Me despido con un abrazo psicológico, abierto a debate, un servidor, David Peña García.

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