"SOMBRAS DEL BOSQUE"
Autora: Natalia Martínez Ibáñez (1º BA)
Autora: Natalia Martínez Ibáñez (1º BA)
Corre.
Huye.
Escóndete.
Mis piernas ardían por el esfuerzo, pero sabía que no debía
parar, sabía que algo me seguía y que no estaba demasiado lejos. Me sequé las
lágrimas con la manga de la sudadera al tiempo que intentaba apartar las
imágenes que minutos antes había presenciado. ¿Qué demonios era eso?
Intente situarme, decidir a donde me dirigiría. No quería
poner a nadie en peligro. Esa cosa no podía contenerse, no podía ser reducida.
Giré a la derecha, luego otra vez, y finalmente, a la izquierda.
Tenía claro a donde ir. “Sabes que es el peor sitio.”
Seguí corriendo. Me agaché para poder pasar por el hueco de
la verja y continué. Sentía la adrenalina correr por mis venas. Quizás ese fue
el motivo de que no reparase en la herida que me había hecho en el brazo hasta
poco después, cuando me encontraba tratando de escalar el árbol que había
estado presente en muchos de los momentos de mi infancia. Llegué hasta lo más
alto y me pegue lo máximo que pude a su corteza. Me quedé callada, aguantando
mis quejas por el ardor que desprendía mi brazo. “¿Y ahora qué genia? Estás muerta”
Un rayo cayó
en las lindes del bosque. Después, oí las plantas mecerse con el viento. Me
puse alerta,en esa zona jamás hacía viento. Sabía que estaba cada vez más cerca
porque era cada vez más difícil apartar de mi mente esas imágenes. Cerré los
ojos unos instantes, tratando de recordar otras cosas, pero no pude.
Todo se había esfumado. Todo, menos el horror.
Al volver a abrirlos, lo vi delante de mí. No era un hombre
o una mujer. Era algo totalmente
diferente. Desafiaba cualquier ley lógica. Parecía que no era sólido, ni
líquido, y, por estúpido que suene, tampoco era gas. Era como una sombra, algo
que no pertenecía a este mundo, como sacado de los cuentos de terror infantiles.
Alargó lo que supuse que era su mano, invitándome a ir con él. Intenté evitarlo
pero, de golpe, volví a verlo todo, tal y como si lo estuviese viviendo otra
vez.
-Mamá, ya estoy en casa- El silencio por respuesta.
-¿Dónde estás?¿Papá? ¿Peque?- El nerviosismo.
-¿Q-Qué es esto?- El miedo.
-¡NO! ¡NO POR FAVOR!-El horror.
Grité que parase, que me dejase en paz, no podía dejar de
llorar. Veía sus cuerpos sin vida delante de mí. Sus caras marcadas por el
terror que vivieron antes de acabar de esa forma. Mi madre abrazando a mi
hermana. Tratando de evitar que ella corriese el mismo destino.
Pregunté a
la sombra que qué quería, que por qué lo hacía. Como única respuesta, volvió
alargar su brazo. Dirigí mi mirada al lugar donde supuse que estarían sus ojos.
Tenía la cabeza ladeada, y se acercó un poco más a mí. Estuve a punto de
aceptar su agarre, de abandonarme e ir a donde me mandase. No me quedaba nada,
no había razón por la que luchar.
Entonces escuché el ruido de varias sirenas y supe que les
habían encontrado. Ahora mismo habría un montón de policías alrededor de sus
cuerpos, preguntándose qué había pasado, quizás incluso se les pase por la
cabeza el que yo hubiese tenido algo que ver puesto que no me encontrarían
allí. Quizás, cuando descubran mi rastro de sangre, llegarán hasta aquí y me
hallarán de la misma forma que ellos.
Me puse de pies, tratando de estar a su altura. Le volví a
mirar y levanté mi brazo herido poco a poco“Por lo menos todo habrá acabado”. Una última
lágrima resbalaba por mi mejilla. Estaba lista. Algo en mi interior me lo
decía.
-¿Tati?
Giré mi cuerpo en menos de medio segundo y me lancé hacía un
hueco en la corteza. “¿Cómo?”. Allí tenía un walkie, uno que traje
hace un par de años para poder comunicarme con mi hermana. “No puede ser”
-¿Alice? ¿Alice eres tú?
-¿Qué ha pasado, tati?
Al volverme, la sombra se había marchado.
-Enseguida
voy, peque. -Dije entre sollozos. –Solo…Solo
espera un poco.
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