miércoles, 27 de marzo de 2019

"Hogares colonizados" (Carla Movellán, 4º ESO C)

La televisión, un invento relativamente nuevo, supuso un gran avance en la sociedad mundial desde que comenzaron a realizarse las primeras retransmisiones en la década de los 30. Desde ese momento, comenzó el “boom”, todo el mundo quería una televisión y los que no disponían del dinero necesario para hacerse con una, se conformaban con reunirse en los escaparates de algunas tiendas para disfrutar del novedoso invento. La comercialización de la televisión se fue extendiendo hasta convertirse en un miembro más de la familia en muchos hogares, llegando a colonizar casi todas las viviendas españolas, como afirma el Instituto Nacional de Estadística, quien calculó que el 99,3% de los hogares en España tiene uno o más televisores.
La televisión es considerada un objeto indispensable en nuestro día a día, muchas veces pasamos demasiadas horas frente a la conocida “caja tonta”, pero no solemos plantearnos si esto nos está verdaderamente causando algún tipo de perjuicio.
Diversos estudios como el de Dimitri Christakis, en la Universidad de Washington, Seattle, nos hacen comprobar que la televisión, efectivamente, no es tan buena como pudiéramos llegar a pensar. La investigación, (realizada a partir de la base de datos del National Longitudinal Suervey of Youth) probó que, en la mayoría de casos, un niño que había visto dos horas de televisión al día antes de cumplir los tres años, estaba sujeto a un 20% más de posibilidades de tener problemas de atención frente a los niños que casi no hubieran estado en contacto con ella.

Sin embargo, no son los niños los únicos que abusan de este recurso tan preciado, ya que el Análisis Televisivo 2018 de Barlovento Comunicación, desveló que el consumo promedio de televisión es de 234 minutos por persona al día sobre un conjunto de 44,6 millones de ciudadanos en España de 4 o más años de edad.
Todas estas cifras nos hacen ver lo dependientes que podemos llegar a ser de este aparato, y esto, en gran parte se debe al contenido “basura” que ésta contiene.
En primer lugar, los programas de corazón o los reality shows, que consisten en exponer y comentar la vida de algunos personajes públicos de interés y que suelen acabar con violentos debates entre los representantes televisivos. Este tipo de contenido es uno de los más consumidos por los espectadores de nuestro país, es considerado mero entretenimiento, no solo no aporta nada al televidente, sino que puede fomentar la intransigencia y la agresividad verbal siendo un mal ejemplo para el público más joven.

Por otro lado, las distintas cadenas de televisión utilizan este medio para modificar la opinión pública a su favor. Un ejemplo muy común lo podemos encontrar en los informativos, donde en muchas ocasiones he podido escuchar la misma noticia contada desde perspectivas tan opuestas que me han hecho dudar de la veracidad de estos profesionales. Por esto, no deberíamos darles tanta credibilidad a estos programas, ya que como dice el proverbio griego: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”.
Y como dijo el conocido escritor y poeta Gilbert Cesbron, “La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo”.
Estos hechos, indiscutiblemente, demuestran que gran parte de la población malgasta su tiempo sentada frente al televisor, siendo influenciada por los medios. Ni siquiera se paran a pensar que podrían utilizar este preciado tiempo en actividades más importantes como pasar tiempo con familiares, amigos, haciendo deporte, o simplemente, leyendo un libro.

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