La
televisión, un invento relativamente nuevo, supuso un gran avance en la
sociedad mundial desde que comenzaron a realizarse las primeras
retransmisiones en la década de los 30. Desde ese momento, comenzó el
“boom”, todo el mundo quería una televisión y los que no disponían del
dinero necesario para hacerse con una, se conformaban con reunirse en
los escaparates de algunas tiendas para disfrutar del novedoso invento.
La comercialización de la televisión se fue extendiendo hasta
convertirse en un miembro más de la familia en muchos hogares, llegando a
colonizar casi todas las viviendas españolas, como afirma el Instituto
Nacional de Estadística, quien calculó que el 99,3% de los hogares en
España tiene uno o más televisores.
La
televisión es considerada un objeto indispensable en nuestro día a día,
muchas veces pasamos demasiadas horas frente a la conocida “caja
tonta”, pero no solemos plantearnos si esto nos está verdaderamente
causando algún tipo de perjuicio.
Diversos
estudios como el de Dimitri Christakis, en la Universidad de
Washington, Seattle, nos hacen comprobar que la televisión,
efectivamente, no es tan buena como pudiéramos llegar a pensar. La
investigación, (realizada a partir de la base de datos del National
Longitudinal Suervey of Youth) probó que, en la mayoría de casos, un
niño que había visto dos horas de televisión al día antes de cumplir los
tres años, estaba sujeto a un 20% más de posibilidades de tener
problemas de atención frente a los niños que casi no hubieran estado en
contacto con ella.
Sin
embargo, no son los niños los únicos que abusan de este recurso tan
preciado, ya que el Análisis Televisivo 2018 de Barlovento Comunicación,
desveló que el consumo promedio de televisión es de 234 minutos por
persona al día sobre un conjunto de 44,6 millones de ciudadanos en
España de 4 o más años de edad.
Todas
estas cifras nos hacen ver lo dependientes que podemos llegar a ser de
este aparato, y esto, en gran parte se debe al contenido “basura” que
ésta contiene.
En
primer lugar, los programas de corazón o los reality shows, que
consisten en exponer y comentar la vida de algunos personajes públicos
de interés y que suelen acabar con violentos debates entre los representantes
televisivos. Este tipo de contenido es uno de los más consumidos por
los espectadores de nuestro país, es considerado mero entretenimiento,
no solo no aporta nada al televidente, sino que puede fomentar la
intransigencia y la agresividad verbal siendo un mal ejemplo para el
público más joven.
Por
otro lado, las distintas cadenas de televisión utilizan este medio para
modificar la opinión pública a su favor. Un ejemplo muy común lo
podemos encontrar en los informativos, donde en muchas ocasiones he
podido escuchar la misma noticia contada desde perspectivas tan opuestas
que me han hecho dudar de la veracidad de estos profesionales. Por
esto, no deberíamos darles tanta credibilidad a estos programas, ya que
como dice el proverbio griego: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa;
si me engañas dos, es mía”.
Y
como dijo el conocido escritor y poeta Gilbert Cesbron, “La televisión
nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para
hacerlo”.
Estos
hechos, indiscutiblemente, demuestran que gran parte de la población
malgasta su tiempo sentada frente al televisor, siendo influenciada por
los medios. Ni siquiera se paran a pensar que podrían utilizar este
preciado tiempo en actividades más importantes como pasar tiempo con
familiares, amigos, haciendo deporte, o simplemente, leyendo un libro.
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